«¿Siempre hay un roto para un descocido?»
Una mañana Tezuka Misaki recibe la visita inesperada de Norizaka Seiichirou, un viejo amigo de su padre, que le pide un favor muy especial: cuidar de su hijo mientras el viaja por trabajo a otra ciudad.
Misa...
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Shin solo pudo reírse de manera nerviosa, retirando poco a poco la mano.
─ No seas exagerado, solo estuve con Katsura un día y después en el hospital.─ le dijo al mayor, tratando de olvidar el beso en los nudillos. Por alguna razón, esa zona se sentía caliente.
Misaki se había levantado, recogiendo algunas cosas del piso y dejándolas en el escritorio.
─ Shin, has estado aquí por tres meses, me he acostumbrado mucho a tu presencia. ─ El pelilargo no había dejado de sonreírle en todo ese rato─ Ahora si solo faltas un día, ya siento la ausencia.─ Un sentimiento cálido se expandió por el pecho de Shin, bastante reconfortante. Un pequeño atisbo de felicidad estaba haciendo que sonriera un poco.
─ ¿Qué tanto sonríes?─ le preguntó después de verlo así un rato más. Se había dado cuenta de su propia sonrisa, la retiro de inmediato queriendo pasar la atención a otro lado.
─ Ah, perdón─ se rio un poco─ Es que estoy feliz de que estés aquí de nuevo. ¿Tienes hambre?
─ Muy poca, pero tengo que comer...─ Suspiró. Misaki salió de la habitación aun con la sonrisa en los labios. Shin quería reírse, pero el dolor que sabía que le daría, le detenía.
Luego de comer apenas un poco de gelatina y algo pan integral, Shin cayó rendido a dormir. El hecho de tener una herida en el abdomen bajo no le dejo descansar como hubiera querido. A veces el ansia de poder lastimarse lo hacía despertar en medio de la noche. Por lo menos su espalda ya estaba más descansada que en la cama del hospital.
Eran las ocho de la mañana cuando Misaki golpeó a la puerta para poder entrar, Shin estaba apenas despertando cuando llamaron y, medio dormido aun, le dijo al mayor que podía pasar. Sorprendentemente, el sueño aún era muy pesado, quería seguir durmiendo.
─ Buenos días, Shin─ saludó Misaki, entrando con algunas cosas bajo el brazo, una jarra con agua y un vaso. Se notaba que él ya estaba despierto desde hace un buen rato.
─ Hola...─ Shin trató de incorporarse con los brazos, pero una punzada muy fuerte en el abdomen le hizo detenerse. Misaki dejó las cosas automáticamente la mesa de noche y corrió a ayudar a Shin para que no se esforzara.
─ ¿Te dolió mucho?─ preguntó dejando al chico recargado en la cabecera con unas almohadas en la espalda.
─ Si... ─ respira hondo ─Pero estoy bien. Poco a poco se ira quitando el dolor y la molestia.
─ Tranquilo, ya estoy aquí con tus medicinas de la mañana.─ le dio dos pequeños frasquitos de plástico, una caja y le sirvió agua en el vaso que llevo, hasta la mitad. ─ Del primer frasco es una, del segundo son dos y de la caja es una. ─ Shin comenzó a sacar las pastillas como se las había dicho. Tomo el vaso que le ofrecía Misaki y poco a poco se tomó las pastillas.
