«¿Siempre hay un roto para un descocido?»
Una mañana Tezuka Misaki recibe la visita inesperada de Norizaka Seiichirou, un viejo amigo de su padre, que le pide un favor muy especial: cuidar de su hijo mientras el viaja por trabajo a otra ciudad.
Misa...
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La alarma del celular de Shin estaba sonando a la misma hora de todos los lunes, no la había quitado después de que terminó el semestre. Misaki alcanzó el celular en el buró y apagó el sonido tan molesto que emitía.
Según el reloj, ya eran pasadas de las siete de la mañana, el sol estaba empezando a aparecer y todo se iluminaba. La cama se sentía más cálida que de costumbre.
Shin seguía profundamente dormido a su lado, en cierto momento de la noche, se movió a un lado y Misaki lo abrazó por la espalda. No era la primera vez que dormían juntos, pero si, la primera vez que despertaba de esa manera tan intima.
El ruido de los autos pasando en las calles despertó a Shin que, sin abrir los ojos, volteo a acurrucarse con Misaki lentamente.
─ Buenos días─ le susurró Misaki cuando se abrazaron.
─ Buenos días... ─ balbuceo Shin, de forma apenas entendible. Misaki estaba muerto de la ternura que le causaba. Finalmente, Shin abrió los ojos.
Tenía el cabello completamente aplastado de un lado, debido a su forma de dormir, también, se asomaba una pequeña línea de saliva, desde la comisura de sus labios hasta la barbilla, sin hablar de los ojos un poco rojos e hinchados por recién despertar. Aun así, para Misaki era la escena más linda que recordara haber visto, por eso, no dudó en besarlo apenas se acercó un poco.
─ ¿Tienes idea de lo hermoso que te ves justo ahora?─ preguntó Misaki.
─ Pudiste haber esperado a que me lavara los dientes.
─ Eso no me importa─ decía Misaki con una sonrisa. ─Los besos, apenas despertar, son los mejores. ─De nuevo quería acercarse a besar a su novio, pero este le cubrió la boca con las manos.
─ Primero iré a lavarme la boca.
─ De acuerdo... ─aceptó con un puchero.
Shin se estaba levantando de la cama, con las piernas temblorosas. El mayor había olvidado que la noche anterior le había puesto una sudadera larga suya, era todo lo que llevaba puesto. La sudadera le quedaba hasta la mitad del muslo, las mangas le quedaban muy largas, esa sudadera también le quedaba muy grande a Misaki, pero vista en otra persona era la cúspide del erotismo y la ternura en una sola persona, no se podía resistir.
Shin estaba a punto de abrir la puerta de la habitación, cuando sintió las manos de Misaki en su cintura, y su aliento en la nuca. Shin se quejó un poco por el contacto.
─ ¿Estas bien?─ preguntó Misaki con un poco de preocupación.
─ Me duele un poco la cadera─ decía tímidamente. Esa posición no hacía más que recordarle todo lo que había pasado durante la noche.
─ ¿Mucho? ─Shin negó con la cabeza.─ ¿Sabes qué otra cosa también es genial apenas despertar? ─de nuevo negó, aunque ya suponía a donde quería llegar. ─Lo que hicimos ayer.
