Capítulo 9| Cuerpo, deseo y alma.

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CUERPO, DESEO Y ALMA.

— ¿Por qué lo has hecho?

La cabellera castaña, larga y llena de rulos del menor a penas se vio ante el empujón que le propinó Maia, tras llevarlo al baño. Los dos, sin incomodidad alguna, quedaron apretujados contra la pared de baldosas blancas y el lavabo de espejo, el cual, reflejado en el rostro de Suriel, mostraba el como la pileta se encajaba en su cadera.

— ¡Vamos, Mia! ¿Me dirás que no estás harta de esto?

Suriel señaló la estancia, permitiéndose mover, únicamente, las muñecas ante el espacio que compartían. Ante la respuesta silenciosa de su amiga no hizo más que regresar las manos a los costados de su cuerpo y suspirar.

— ¿No lo estás? Casada de la espera infinita, de pensar en el cielo, el infierno y en todo el mal del mundo entero —Suriel mostró su entusiasmo— Vamos... —su tono alegre de voz cambió por completo, regresándolo al chico lúgubre que era desde que Cielle murió— tan solo necesito creer que nada de esto es verdadero y volver a fingir que soy un chico de diesieite años que quiere infiltrarse a una fiesta de mayores de edad.

Fingir. Maia recordó a la morena, recordó su conversación sobre la fuerza que Cielle mostraba. Suriel también fingía, lo entendía, Maia sabía que de ser ella quien cargara con tanto dolor, no sería capaz de levantarse y hacer cosa alguna. Pero Suriel sonreía, lo hacía por ratos y pensaba con claridad.

Porque finge, se respondió al instante, no tengo ni idea de qué tipo de batalla lucha en el interior. Tan poco sé qué será bien para él, y mucho menos tengo idea de si necesita o no seguir adelante.

—No podemos ilusionarnos —contestó ella, contraria a sus pensamientos— tú mejor que nadie sabe lo costoso que nos saldría desviarnos de nuestro camino.

—Maia... —Suriel la sostuvo por los hombros, el rostro serio y la compasión en la voz— te lo pido a ti porque eres la única capaz de convencer a los demás. Solo hoy, una noche Maia. Una noche para todo lo que queramos sin arrepentirnos mañana. Luego de hoy, nos iremos a Groenlandia nada volverá a ser lo mismo. Tomemos las oportunidades sin detenernos a pensar en un mañana que puede no llegue a existir para nosotros.

¿Arrepentimiento? Maia soltó un suspiro. Sus deseos se presentaron al instante, como si se encontrara en medio de un bufe lleno de todo aquello que deseaba con el alma y el corazón, de ser posible hasta lo que deseó con el cuerpo. Todo frente a ella, y caían en sus manos sin tan siquiera disolverse, se mantenían firmes frente a ella y lo único que hacía era ignorarlo. Estaba ahí; sus horas de normalidad, la única manera de volver a conectar.

Un escape.

Era cierto, nunca nada regresaría a la normalidad. Las tardes de baloncesto, los recibimientos de sus padres luego del instituto, los regaños... ¿por qué añoraba todo aquello que siempre fue un engaño? Vivía de recuerdos que, de ser capaces, nunca hubiesen existido. No podía estancarse, perder oportunidades y fingir que nada hubiera sucedido.

Debía ser cruel con ella misma: quitarse la costra de la herida, soplarla y dejar que de una vez por todas sellara la piel sin dejar cicatriz. Era Maia, había dejado de ser la hija de Arael y Micaela desde que ellos se fueron del cielo. Era Maia, la chica que llevaba ahora la corona y la cual no se detendría a agachar la cabeza.

Si tenía tanto en juego debía aprender a que de los errores se aprendía, al igual que del probar e intentar. No podía atarse a hacer todo a la perfección cuando giraba en medio de un mundo imperfecto.

No, no era egoísta.

Todo se transformaba sin tan siquiera regresar a los inicios de su creación. Pero podía mantenerse por un momento tal y como estaba. La normalidad de Maia y los demás se había esfumado, nunca regresaría. Pero podía ser feliz creando nuevos recuerdos que se prometería nunca olvidar, así tuviera que volver a desatar una horda contra demonios, confiar en hadas o hasta salvar a los cambiantes.

LAGRIMAS #2✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora