Capítulo 29| El niño que le temía a la soledad.

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EL NIÑO QUE LE TEMÍA A LA SOLEDAD.

Suriel cayó de bruces contra las escaleras de piedra, su labio inferior chocó contra el filo, causando que se cortara por la mitad, haciéndolo sangrar. Gracias a ello, y en un acto de furia golpeó la pared con su puño, lastimándose aún más.

—Parece que el que yo haya muerto no le sentó muy bien a tu inteligencia.

Cielle lo levantó por debajo de los hombros, limpiándole la sangre de los labios, para luego peinarle los risos enmarañados que enmarcaban su rostro. Cuanto lo había extrañado, todas esas noches oscuras, llenas de miedos que se ceñían bajo la piel y pensamientos temerosos. Suriel había sido su luz en esas noches, la esperanza, él único por el que ella luchaba a cada que se quedaba sin aliento. Y era Suriel quién había luchado por ella. No era ningún secreto que se sentía en deuda.

—¿Mi inteligencia? Siempre he sido un chico tonto, ¿qué esperabas? —bromeó.

La morena lo detuvo cuando llegaron al último escalón. El rostro golpeado y cansado de Suriel se centró en ella. Los dos parecían haber pasado por una tormenta.

—Gracias —soltó ella— gracias por no desistir. Gracias por nunca creerme muerta.

Suriel sonrió, sus dientes manchados de sangre.

—Agradéceme cuando no nos encontremos dentro de una dimensión ajena, solo así, Cielle, de esa manera, podré darme un poco del crédito.

Se dieron un apretón corto de manos, y sin añadir palabra alguna caminaron con rapidez hasta la última celda del pasillo. Por ningún momento se detuvieron a mirar la celda donde Cielle había sufrido, tan solo avanzaron, y al llegar hasta la celda se encontraron con el cuerpo inconsciente de Dominic. El pelinegro, con el rostro apoyado sobre uno de sus brazos, apenas respiraba.

—Debemos despertarlo —Suriel se arrodilló frente al chico, sosteniéndole el rostro entre sus manos— es la única manera de llevarlo hasta Maia.

—No despertará a menos que Castriel así lo quiera —Cielle intentó con darle golpecitos en el rostro, pero tal y como lo había dicho no reaccionó— puede que él no se encuentre dentro de su dimensión, pero este lugar es como su mente. Puede controlar a quienes ya tiene sedados.

Suriel dejó a Dominic nuevamente en el suelo, se levantó y lo rodeó, luego lo tomó por los zapatos y los arrastró con ayuda de Cielle hasta fuera de la celda. Escucharon quejidos, Dominic parecía querer despertar, con el ceño fruncido y el gesto contraído se movió en pequeños espasmos que alertaron a los otros dos.

El menor lo dejó sobre el suelo, y acercándose hasta él lo sacudió por los hombros. Dominic pareció reaccionar un poco más fuera de su trance. Aquello era una buena señal. Si Dominic se encontraba consciente dentro de la dimensión quería decir que existía esperanza alguna para hacerlo salir de su trance sin necesidad de que Castriel lo desligara de su mente.

—¿No puedes ayudarlo? —cuestionó Suriel hacia Cielle— Ya sabes, hacer algo con la conexión espiritual.

Cielle negó.

—Toda conexión se acabó desde que cortaron el laso que nos unía.

El cabello castaño de Suriel cayó como una cortina sobre su rostro cuando este se apoyó contra sus manos para levantarse. Cielle, la mirada puesta en él, persiguió su recorrido desde el pasillo hasta una de las paredes, donde estiró sus dedos y liberó tensión de su cuello, calentando para lo que se suponía haría.

—Lo siento, amigo —dijo él, con la mirada puesta sobre Dominic.

Cielle no tuvo tiempo de responder, en menos de los esperado Suriel soltó una patada al costado de Dominic, causando que este se contrajera del dolor y respondiera al instante. La mirada gris, inyectada en sangre por la irritación, se movió con rapidez por todo el lugar, perdido. Dominic tenía el aspecto de haber vivido en una pesadilla eterna de la cual, de manera inesperada, había despertado.

LAGRIMAS #2✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora