Capítulo 6| Paz del cielo; tormento de la Tierra

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PAZ DEL CIELO; TORMENTO DE LA TIERRA.

Coco miró con detenimiento la piedra de luz que sostenía entre sus dedos. La piedra transparente, de colores cálidos, cambiaba junto a cada pensamiento que se atravesaba en su cabeza. Junto a ello mantenía despierta, entre tanta oscuridad, a la pareja de chicos que no hacían más que dejar ir suspiros largos entre tanto silencio y penumbra.

La casa de Cielle había sido el único refugio en la Tierra tras posponer un viaje directo a Groenlandia. Por lo que, tras saltarse la advertencia de abandono y subir hasta la pequeña habitación que había sido de la morena, no hicieron más que tumbarse. Ahora, pasadas las horas, la madrugaba hacía reclamo del tiempo.

— ¿Tus padres saben que estás aquí?

La voz dulce y queda de Coco hizo a la piedra iluminarse en un rosa incandescente, dejando a la vista los risos largos de Suriel y la sombra grande de su perfil que se reflejaba en la pared.

—Les envié una carta antes de bajar —una mueca fue la advertencia de las palabras que seguían— no han respondido a ella, por lo que no puedo hacer nada más que esperar.

— ¿Entonces no podemos hacer nada más que retrasar nuestra ida a Groenlandia?

Suriel se apoyó contra uno de sus codos, mirando de frente al dulce rostro de Collete. A ella le parecía admirable su amigo: la manera tan fácil en que se expresaba y lo decidido que era ante cualquier decisión. Todo aquello que tanto le costaba a ella. En medio de un pensamiento tonto se recordó, hace años, en su habitación cerca de Lawton, cuando sus padres se encontraban vivos, pidiendo al cielo que una amistad como Suriel llegase a su vida.

Y ha sido gracias al cielo, pensó, gracias a Maia.

—Escucharemos todo lo que ese chico tenga que decir, y decidiremos a partir de ello y de lo que nos muestre.

—Él no mentía —recordó Coco— pero sí sentía mucho miedo y confusión. Aun así, había otro sentimiento que procedía de él pero que no era suyo.

— ¿Cabe la posibilidad de que fuese de Cielle?

Coco tomó asiento en la cama, la piedra de luz se iluminó en un tono naranja, tenue. Parecido a un amanecer.

—Yo... —su mano libre se aferró a las sabanas, todo el lugar olía a Cielle, definía a Cielle y se sentía como si fuese ella misma. Aquello a Coco le ayudaba mucho, tanto que pudo afirmar con un movimiento de cabeza a la pregunta de Suriel— era ella.

El menor se levantó de la cama, caminó entre las sombras de la luz hasta donde se encontraba su equipaje, sacó todo y tan solo miró a Collete cuando una vara de diamante blanco se sostuvo entre sus dedos. Ella sabía que aquella vara la habían recibido de Keres, él mismo se había cerciorado de dejarles claro que, al quebrar el diamante, una alerta llegaría al templo del cielo. Cada diamante era distinto, por lo que sabrían de parte de quien sería el llamado de auxilio.

— ¿Qué diremos? —Coco preguntaba por la excusa que darían tras llegar los refuerzos.

—Que el alma, espíritu o ente de Cielle no ha muerto —se acercó nuevamente a la cama, colocándose de rodillas y tomando las manos de la chica entre las de él, permitiendo que la luz, ahora roja, diese de golpe en sus rostros— esto es una señal, intenta decirnos algo.

—Y la única persona que nos lo puede confirmar es Dominic.

Suriel asintió, igual de pensativo que la pelirroja.

—Dormiremos —ordenó— a primera hora iremos a su apartamento.

Coco asintió. Los dos, un poco ya calmados, se deshicieron de las sabanas de la cama, y sin tan siquiera hablarlo se adentraron entre las colchas. Suriel pudo dormir, pero Collete no. Podía sentir una opresión en su pecho y esa sensación rara que no le pudo explicar a Jeremiel en la conversación antes de bajar. A ello se unía el hecho de que, a cada que cerraba los ojos, la imagen de un rostro blanco, de ojos azules y cabello rubio, le inundaba la mente. Y no sabía si lo que sentía era miedo o un enamoramiento raro hacía ese chico de sus sueños.

LAGRIMAS #2✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora