Traicionar es de vencedores.
La mira de Castriel, altanera, recorrió el rostro de todos los presentes dentro de la celda. Le gustaba sentirse de esa manera, como si millones de personas aplaudieran a su alrededor, proclamando y alabando su nombre en un corro casi asfixiante pero que, de poder vivir así toda una vida, lo haría. Aquella sensación recompensaba el que, dentro de la mente de los demás, no hubiese podido hacer nada más que engañarlos y dejarlos despertar dentro de su paraíso.
Sabía que haberlos dejado entrar le traería consecuencias, pero nada recompensaba sus complejos de dios más que el tenerlos ahí, temiendo de él.
— Andando — con un movimiento ligero de su dedo índice abrió las rejas, liberando a Cielle— el otro chico está dormido.
Jeremiel se deshizo del agarre de Maia y con pasos firmes avanzó hasta las rejas. Castriel podía sentir el enojo recorriéndole por las venas y como la sangre de demonio de Jeremiel inundaba todo a su alrededor, arruinando su paraíso.
— Será mejor que lo dejes dormir — guardó silencio, tragándose la furia y desagrado que se estancaba en su pecho— el humano sufre menos en sus sueños que en esta realidad. Será un peso menor con el cual tratar en el camino.
Podía asesinar a todos, se recordó. Ahí dentro eran como ratas que comían veneno, en cualquier momento sus sentidos podía desconectarse para morir. Aun así, no podía dejar que lo hicieran. Porque él había descubierto algo: le gustaba hacer a Jeremiel sufrir de una manera en la que no tuviera que mover ni un dedo.
Tras ellos cruzar el portal se había concentrado por completo en la mente de Jeremiel; el pelinegro era fuerte, incapaz de sonsacar un deseo sin que no diese el brazo a torcer, aun así, tenía muchos miedos, unos más fuertes que otros. Miedos que alimentaban a Castriel con facilidad, permitiendo resquebrajar a Jeremiel.
Mantener a Jeremiel vivo dentro de su dimensión le daba toda aquella energía oscura que necesitaba para terminar de construir su paraíso. Tan solo debía aprender a tocar el nervio sensible del pelinegro y no dejar que escapara de él.
— ¿Qué les has hecho? — la pregunta del pelinegro salió entre dientes— ¿Qué le has hecho, maldito hijo de...?
Castriel lo detuvo cuando este intentó tomarlo por la camisa blanca de su traje. Las manos blancas y tersas del rubio se cerraron alrededor de las muñecas golpeadas de Jeremiel. Uno frente al otro, sosteniéndose la mirada.
— Le he ofrecido todo lo que siempre ha querido — contestó con tranquilidad— ha sido su problema no haber aceptado mi propuesta. A pesar de ello he sido bueno y lo he puesto a dormir, ya debe estar acostumbrado.
La broma de mal gusto llenó de silencio el lugar. La mayoría se encontraba rodeando a Castriel; Maia en la entrada de las escaleras, Jeremiel a escasos centímetros del rubios, y Suriel junto a Cielle tirados en el suelo abrazándose uno al otro. Todo era denso, tanto la respiración como cada pensamiento que abarcaba sus mentes. Suriel lo sentía como encontrarse nublado por el alcohol, pero seguir consciente de sus actos, todo parecía estar detrás de una pared transparente sobre la cual tan solo podía mirar.
El menor abrazó con más fuerza a Cielle, pasando su mirada de las celdas hasta Castriel. ¿Le había ofrecido a Dominic asesinar a Jeremiel a cambio de que todos sus deseos se hicieran realidad? Cerró los ojos, al abrirlos se encontró con Jeremiel mirándolo, y en su mirada se reflejaba la preocupación, como si quesera preguntarle si se encontraba bien.
Lo siento, murmuró Suriel dentro de su cabeza, siento mucho haber negociado tu muerte.
Sintió una mirada pesada sobre él, al elevar su cabeza se encontró con Castriel sonriéndole. Sabía que lo había escuchado, sabía que sus pensamientos eran una extensión que conectaba con el rubio.
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LAGRIMAS #2✅
FantasyHistoria #2 de la Trilogía "Puros". 《Cuentan los ángeles en el cielo, que la paz ahora gobierna dichas tierras. Ya no existe nada que los perturbe, y que, además de ello, el equilibrio universal se ha estabilizado. A excepción de la Tierra. Donde lo...