RECUERDOS.
—Entonces... ¿no estoy muerto?
La mirada gris de Dominic se posó sobre el grupo de rostros conocidos que se encontraban frente a él. Sus palabras, temerosas, resonaron en medio del silencio proveniente del lugar; y todo aquello le pareció aterrador: tanto los pilares altos, los techos abovedados y las pinturas renacentistas. No se sentía seguro, se sentía expuesto y todo eso lo demostraba en las ojeras bajo sus ojos, la piel pálida y las pecas vistosas que antes tan solo eran manchas casi invisibles sobre su piel.
Quería una explicación al centenar de golpes en su cuerpo, al dolor de sus huesos y al hematoma gigantesco en el costado de izquierdo. Porque él, a diferencia de los demás, no se curaba con tanta facilidad a cómo lo había sido para quienes tenía en su campo de visión.
—Técnicamente no estás muerto —contestó Suriel.
El menor, con su cabello enmarañado por las jugarretas de las chicas y su pijama blanco, se mostraba más relajado de lo que lo había estado las últimas semanas.
—Pero estás en el cielo —corroboró Maia— no en la parte donde van los muertos, porque de estar ahí no tendrías tu cuerpo humano, sino que serías un espíritu. Algo así como un ente fantasmal.
La rubia se detuvo cuando Jeremiel, con una sonrisa divertida, se ofreció a dar una explicación.
—Estás en el cielo, pero eso no quiere decir que estás muerto. Todos nos encontramos en la torre de los ángeles, lo que nos rodea es casi igual a la Tierra, con la única diferencia de que, aquí dentro, son ángeles los que viven.
Dominic suspiró. Le dolía tanto la cabeza que entender palabra alguna en aquel instante le era tan difícil como respirar con facilidad. Aun así, no pudo volverse a acostar. En su mente, como un pitido imposible de apartar, retumbaba un nombre que llevaba perturbándole lo suficiente como para hacerlo llorar.
—El chico rubio, el mismo que me secuestró —inició, su voz ronca a punto de resquebrajarse. Todos pudieron sentir la tristeza en cada palabra— el asesinó a mi gatita —con los ojos grises y brillantes por las lágrimas, se regresó a Jeremiel— ¿Existe el cielo para los animales?
El mayor se mantuvo en silencio, al igual que los demás. Cada uno distribuidos en distintos sectores por toda la habitación; Suriel en la barra delantera de la cama, Cielle a un lado de Dominic, Maia en una silla al lado de la ventana y Jeremiel muy cerca de la puerta, apoyado contra la pared fría. Todos tenían las mejillas rojas por el frio, y la mayoría tiritaba buscando el calor bajo las bufandas y abrigos.
El invierno entorno en el cielo los congelaba, pero no se sentían asfixiados, sino que, dentro de la brisa fresca y cada copo de nieve que caía lento por el lugar, existía un extraño calor abrazador que los encontraba de vez en cuando.
A pesar de ello, en aquel instante, con la mirada de Dominic suplicante y las lágrimas amenazándole en ser derramas, el frio pareció aterrador. Tanto que, en medio de zumbido sordo, cada quien pareció encontrar razón suficiente para guardar el silencio y pensar en esa persona especial que ya no estaba.
—Los animales tienen alma —contestó Jeremiel pasados los minutos— por lo que no dudo en que debe encontrarse en su propio paraíso.
Una sonrisa agradecida surcó el rostro de Dominic.
—Me tranquiliza demasiado saberlo —confesó él— desde que ha sucedido todo me he cuestionado mucho sobre la vida y la muerte. Para ustedes debe ser distinto, ¿no? La vida y la muerte debe ser distinta para un... ángel.
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LAGRIMAS #2✅
FantasyHistoria #2 de la Trilogía "Puros". 《Cuentan los ángeles en el cielo, que la paz ahora gobierna dichas tierras. Ya no existe nada que los perturbe, y que, además de ello, el equilibrio universal se ha estabilizado. A excepción de la Tierra. Donde lo...