Capítulo 24| Luz y Oscuridad.

7 2 2
                                    

LUZ Y OSCURIDAD.

—¿Por qué haces esto?

El silencio aplacante fue interrumpido por la voz de Cielle; dura, llena de reproche y con un pequeño arrastre que dejaba muy claro a Cielle lo mucho que le costaba mantenerse despierta. Aquella revelación hizo a Coco sentirse mal, mucho más preocupada de lo que antes se encontraba y con los nervios de punta.

Si estar ahí, con un pañuelo de seda limpiándole la sangre a Cielle, le parecía doloroso, no quería saber lo que le dolería levantar la mirada y encontrarse con el par de perlas cafés, como el chocolate, mirándola con reproche y un enojo que se le notaba desde la entrada principal.

—Lo hago porque la sangre en tu piel está reseca —respondió al fin, cabizbaja.

Un largo lapso de silencio las inundó. El goteo del agua tibia dentro de la taza de vidrio era lo único que reinaba en todo el lugar, mientras los finos y delgados dedos de Coco sostenía el pañuelo contra los pies llenos de sangre de la morena. Le dolía, pensar en qué causó tanta sangre le dolía, recordándole que, algunas veces, debía abstenerse de desear tanto en su vida. Desear sentir, desear poder experimentar cada sentimiento del que se le habló con tanto fervor.

Ahora, con la tristeza asomándosele por los ojos, deseó no sentirse tan culpable por todo lo que sucedía.

—No me refiero a limpiarme la piel —Coco sintió el rostro de Cielle más cerca de ella, como si, en medio de sus cadenas, intentar acercarse inclinando la cabeza— hablo de estar aquí, con él. ¿Sabes lo que ha hecho? ¿Sabes el poder que ejerce dentro de esta dimensión? Es peligroso, debes irte cuanto antes.

Las manos de la pelirroja descendieron hasta sus costados. Se mostraba débil, la misma Collete que una vez luchó por no morir.

—Juro que no he hecho esto por mí —murmuró, elevando la mirada llorosa y centrándola en Cielle— los he salvado. Castriel me lo ha prometido, prometió salvarles de todo mal si yo venía junto a él.

—Te ha mentido —la mano de Cielle se estiró, sin poder moverse más allá de tres centímetros, luchando contra sus heridas costrosas y el dolor del encarcelamiento— juega contigo, ese es su poder: te muestra tus miedos, los hace realidad y luego los revierte a su favor.

—No es así, Cielle —insistió la otra— no es cruel. Puedo sentirlo, él... —agachó la mirada hasta sus manos, donde la sangre diluida en agua se escurría entre sus dedos. Él sufre, quiso decir, él ha demostrado su parte frágil conmigo y no ha mentido.

—Coco, piensa en Suriel.

La hizo elevar nuevamente la mirada. En Cielle ya no existía el brillo incandescente que la hacía una guerrera: su rudeza se había quedado atrás, al igual que sus sonrisas de burla y todo ese aire de autosuficiencia que tanto había intimado a Coco la primera vez que la vio; la primera vez en la que se sintió resguardada, tan protegía que podía dormir sin miedo de amanecer muerta.

—¿Cómo crees que debe estar ahora? —continuó la morena— Debe estar devastado, extrañándote y necesitándote. Porque sí, Suriel te ama, te ama como una amiga incondicional. ¿En qué has pensado al elegir a Castriel por sobre Suriel?

Coco cerró los ojos con fuerza, pequeñas lagrimas le hicieron arder las cuencas, derramándose por sus mejillas y encontrase en sus labios, dejándole el sabor a mar muy presente.

—Lo hice por ellos, por él —gimoteó— lo hice porque tengo miedo de perderlos, de que todo lo bueno que han hecho por mí termine arruinado por mi culpa.

—Castriel te miente, debes huir antes de que logre hacerte daño.

Un chirrido estrepitante interrumpió por todo el lugar, la puerta gruesa de hierro fundido se abrió, dejando a la vista un rostro blanco de marcas amarillas que hacía poco eran hematomas llenos de sangre y polvo. Castriel entró por completo, al mirar a Collete en el suelo se apresuró, la tomó por los hombros y con ligereza la colocó en pie. Cielle miró con el ceño fruncido y la sangre hirviéndole como el rubio sacudía el vestido rosado de Coco.

LAGRIMAS #2✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora