Capítulo 10| Cielo e Infierno.

14 3 0
                                    

CIELO E INFIERNO.

Jeremiel estiró su brazo, causando que el rostro de Maia fuese acariciado con la punta de sus dedos; la piel sedosa, y caliente de la rubia fue un arrullo para la yema de sus dedos. El sentirla apoyada contra su cadera, desnuda, y ver el majestuoso espectáculo de su rostro buscándole entre la penumbra como un gatito desolado en busca de una mano amiga, no hicieron más que encender aquella llama que hacía unos minutos se había disipado. Ninguno de los dos fue capaz de describir el escenario en que se encontraban, y mucho menos de expresar con palabras lo que el cuerpo a penas y podía procesar.

— ¿Desde cuándo sucede? —Maia escaló sobre el cuerpo del pelinegro, apoyando su pecho sobre el de él y enredando sus dedos para sostenerse la barbilla. Jeremiel tan solo tuvo que pasar su brazos por detrás de su cuello para mirarle a la perfección— ¿Desde cuándo te suceden estos cambios?

— ¿Te preocupa? —inquirió él.

—Me angustia —lo corrigió Maia— me angustia el que hayas vivido más cosas en silencio y que lo escondas.

Labios rojos, pensó Jeremiel, los mismos labios que me recorrieron, esos labios del color de una manzana rodeada de pecado. No sintió remordimiento. Tomaría a Maia una y otra vez sin sentir que estaba pecando cuando a cada que se unían. Cada quién descubría su manera de entrar al cielo; él la había encontrado en el cuerpo de Maia.

—No lo sé muy bien —contestó, omitiendo la verdad— tan solo he sentido un click, como al fin ser liberado y sentir completa paz. Sentí como si me hubiese encontrado al fin.

Con sus nudillos volvió a recorrer el rostro de Maia. Ella, al sentir el roce en sus labios, no dudó en besarle los nudillos a Jeremiel para luego acercarse hasta él y besarle la boca.

—No entiendo nada de lo que sucede —prosiguió Jeremiel— fue como si todo a mi alrededor se detuviera, y me diese paso a mi realidad. Pude sentir cada demonio, Maia. Pude sentir la sangre espesa y el corazón latiente.

— ¿Crees que sea el inicio de una transformación?

La voz de Maia flaqueó un instante.

— ¿Pero cómo? —él se apartó, causando que Maia cayera de espaldas a la cama, acunándola con el lado izquierdo de su cuerpo— ¿Cómo ha sucedido? ¿Cuándo pasé de tener sangre pura a desvanecer y convertirme en un demonio? Siento que juegan conmigo, Maia. Siento que soy un juguete en medio de todo esto, un capricho celestial. El experimento del Ángel.

Maia lo hizo mirarla, sus ojos bicolores volvían a persistir.

—No eres un juguete, Jeremiel —la sinceridad, determinante, se mentía presente en la voz de ella— no necesitas ser definido, no importa tu sangre de dónde vengas o lo que hayas hecho en el pasado. Eres alguien que ha luchado por la humanidad, que no tiene por qué pensar en estas cosas.

—A veces la vida es así de contradictoria —insistió él— puedo ser la persona más bondadosa de este jodido universo y... —la imagen de Alena convaleciente se impregnó en sus parpados, nublándole la vista— y de igual manera recibiré golpes que tendré que aceptar sin darle importancia alguna.

— ¿Las peores pruebas a sus mejores guerreros?

Maia buscó la mirada de Jeremiel. Él negó, sonriendo con conmoción.

—Hay algo retorcido detrás de todo esto —divagó Jeremiel— ¿Y si es cierto y habrá una transformación?

En un arrebato de desesperación se sentó en la orilla de la cama, siendo perseguido por Maia, quien para tranquilizarlo le rodeó los hombros, acariciándole el pecho.

LAGRIMAS #2✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora