SACRIFCIO.
— ¿Interrumpo?
La mirada almendrada de Coco pasó de las páginas del libro al rostro nerviosismo de Maia. La pelirroja, emocionada de su recuperación, no hizo más que negar con rapidez para colocarse en pie de la nieve. Su abrigo enorme de color negro capturó a la vista de todos pequeños copos de nieve plasmados a la perfección. Suriel, en cambio, no hizo más que seguir con su creación de hielo e ignorar por completo la presencia de la rubia.
—Ven conmigo, tienes que ver esto —Coco tomó a Maia de la muñeca, guiándola alrededor del frondoso bajo el que encontraban.
Maia desvió la mirada hasta el templo. Desde el área de pinos se podía ver, más allá de la nieve, la torre en la cual se encontraba Jeremiel tomando aire. No lograba verle con exactitud desde aquella distancia, aun así, su mirada no estaba puesta sobre él: estaba puesta sobre la grandeza del templo; las paredes de piedra y los picos de las torres llenos de nieve; el camino empedrado hasta la entrada y los riscos que lo sostenían.
Era parecido a un castillo. Magistral, imponente y si, lo pensaba mejor, mágico.
—Mírala, a que es fuerte ¿no?
La mirada de Maia regresó hasta su amiga. Coco sostenía entre sus manos enguantadas una rosa roja que, al contraste con la nieve, se mostraba impune, imposible de ser destrozada a pesar del ambiente áspero que la rodeaba. La rubia, admirada con su belleza, levantó la mirada a la espera de que, alrededor del árbol, se encontrasen más rosas igual de imponentes.
—Es la única —contestó Coco—. Es admirable como resiste a un clima que persiste todo el tiempo.
La manera en que dada respuesta la hacía reflejar el orgullo que sentía ante la flor.
—Es el cielo —la voz de Suriel hizo a Maia sentirse aún más nerviosa— aquí todo es posible: nieve todo el años, un frio descomunal y, hace no mucho, demonios. ¿Crees que una rosa no persistiría ante todo eso si ya se encuentra acostumbrada?
Donde antes había un rostro lleno de alegría ahora tan solo se encontraba un gesto lúgubre e intranquilo. Suriel había pasado de ser un haz de luz a un bombillo tenue que apenas podía alumbrar. Todos lo sabía, había perdido a Cielle, al igual que ellos. Pero de los cuatro, quién más lo padeció, fue él.
Ninguno sintió tanto dolor en la ceremonia a como lo había sentido Suriel. Y mucho menos alguno derramó más lagrimas que el menor tras lanzarse al agua helada de un mar celestial donde, a como lo hicieron con Alena; agradecieron a la morena, por tanto.
Pero Maia no vivió aquello. Entre el tiempo transcurrido a la ceremonia ella había caído en un coma inducido por su cuerpo y espíritu para poder recuperar sus fuerzas. De haber despertado antes hubiese demostrado cuanto dolor albergaba dentro.
Ahora, que podía demostrarlo, una soga imaginaria pendía de su cuello, evitándolo.
Esa era una de las razones por las cuales sus decisiones habían cambiado: Maia no podía seguir siendo un cuerpo al cual su espíritu dominara a gusto y antojo. No podía El Ángel buscar en ella un refugio del cual no le consultaron si cedía. Ella quería comenzar a tomar decisiones por ella y no por un cargo que un hombre de cabello dorado le cedía sin consentimientos, tan solo por obligación.
—Suriel...
—No tenemos nada que hablar, Maia —se adelantó él.
—Sí, sí tienen —intervino Collete con voz temerosa. Las mejillas se le sonrojaron tras hablar— por lo que me iré de aquí y acompañaré a Jeremiel mientras leo —dejó de sostener la rosa y, levantándose de la nieve, se despidió de Suriel y Maia. Al pasar al lado de esta, le regaló una sonrisa alentadora.
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LAGRIMAS #2✅
خيال (فانتازيا)Historia #2 de la Trilogía "Puros". 《Cuentan los ángeles en el cielo, que la paz ahora gobierna dichas tierras. Ya no existe nada que los perturbe, y que, además de ello, el equilibrio universal se ha estabilizado. A excepción de la Tierra. Donde lo...