EL UNIVERSO Y SUS BRECHAS.
El chirrido de las llantas contra el asfalto fue la señal necesaria para que todos abrieran las puertas del estrecho y prestado Volkswagen gris. Tanto los gemelos como Carson y Suriel corrieron hasta el templo de grandes pilares con Dominic desvariando mientras era llevado en los hombros de Carson. Detrás de ellos, en un paso menos sincronizados, les perseguían las chicas. Maia, sudorosa y con el cabello pegándose a su frente, sostuvo a como por la muñeca cuando la pelirroja, de aliento forzoso, tropezó contra uno de los escalones.
La estructura del templo era normal, no había nada llamativo, y mucho menos algo más que no se hubiera visto ya en otras iglesias. Aun así, para Maia, la necesidad de alguna anormalidad en el templo no era importante; la necesidad se centraba en encontrar agua bendita para poder usarla como reactivador para Dominic.
Lo había escuchado de Keres, en una de sus clases, lo había visto en su madre con sus hermanos y ahora, en el límite de su control, necesitaba sacar a Dominic del insistente trance en el que se había sumido tras ser dominado por Cielle. ¿Y si no lo logro? Se lamentó, ¿Y no logramos regresar a Canadá?
La vista de le llenó de lágrimas, parpadeó varias veces al llegar a la parte plana de la entrada. El mármol blanco de motitas negras repicó contra las suelas de sus zapatos. Los chicos, ya dentro recorriendo los pasillos, se detuvieron tras llegar al altar.
Coco, con el rostro rojo y el cabello desordenado, se aferró a las manos de Maia, atrayéndola aún más y, tras tenerla frente a frente, sonreírle. Reconfortándola.
— ¿Qué se supone debemos hacer? —la voz agitada del gemelo con gafas resonó en todo el lugar. Su pecho, latiente, subía y bajaba junto a su respiración— No hay alma alguna por aquí.
Maia llegó hasta el altar y sin soltar palabra alguna subió los dos peldaños que la separaban de la gran mesa de madera y de su cometido: la copa bañada en oro que le mostraba altanera un reflejo distorsionado. Estiró la mano, a centímetro de tocarla.
Jeremiel...
Un quejido de lo más profundo de su pecho la detuvo de golpe. Abrió los ojos de par en par y, en el reflejo distorsionado de la copa, logró ver con claridad el rostro transformado de Jeremiel. Su respiración, ya de por sí descontrolada, se cerró por completo, impidiéndole tomar bocanadas de aire mientras terminaba de tomar la copa por el cuello. Al hacerlo, el nudo de su pecho desapareció, permitiéndole respirar.
—Maia, ¿todo bien?
Todos, a excepción de Collete, la miraban estupefactos.
—T-todo bien —contestó a Suriel. Luego, regresándose a los desconocidos, les agradeció con una sonrisa temblorosa— los justo sería prescindir de ustedes desde aquí.
El labio inferior de la rubia templó. Sin entender lo que sucedía se permitió tomar asiento en uno de los escalones, regulando su respiración mientras que, con su mano libre se cubría el rostro y las lágrimas. El menor, al mirarla, no dudó en acompañar a los chicos (confundidos) hasta la salida del templo, dejando a Coco en cuidado de Dominic. La pelirroja, al tanto de los sentimientos de Maia, estiró su mano y le acarició por sobre la rodilla, consolándola.
—Es mucho por procesar —murmuró Coco. Sus mejillas, aun rojas, se cubrían de lágrimas que no sentía— Dominic estará bien.
¿Y Jeremiel?
La voz en la consciencia de Maia era distinta, ronca casi gatural. Una voz diferente a la que escuchaba, no se trataba del ángel guiándola, mucho menos de su consciencia de voz femenina. Se trata de un intruso, el mismo intruso que causaba los dolores de pecho, los sentimientos descontrolados y las distorsiones mentales tras ver algún reflejo. Pero aquello Maia no lo entendía, mucho menos lo pensaba. Para ella, todo tenía que ver con un mal presentimiento, con el mismo presentimiento que sintió tras cruzar el portal, pero el cual fue opacado por algo más.
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LAGRIMAS #2✅
FantasyHistoria #2 de la Trilogía "Puros". 《Cuentan los ángeles en el cielo, que la paz ahora gobierna dichas tierras. Ya no existe nada que los perturbe, y que, además de ello, el equilibrio universal se ha estabilizado. A excepción de la Tierra. Donde lo...