𝐗𝐋𝐕. 𝐇𝐞𝐫𝐨í𝐧𝐚 (ᴘᴀʀᴛᴇ 2)

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Antes de entrar en la casa de ladrillos, Michael miró hacia ambos lados, asegurándose de que nadie lo observaba. La noche era oscura y fría, y en el cielo brillaban las estrellas. La única iluminación en aquella acera provenía de una farola moribunda de luz cálida, tan tenue que no llegaba a alumbrar las fachadas de las edificaciones.

Con el corazón en un puño y sabiendo lo que se iba a encontrar, Michael giró el pestillo y abrió la puerta. La oscuridad en el interior de la casa era densa pero aun así fue penetrada por la luz nocturna de la calle y puso frente a él la imagen de Gina.

Apartó la vista en un impulso y maldijo en su interior, pero ya era demasiado tarde: en esa fracción de segundo, sus retinas habían captado el cuerpo de la mujer, bocarriba en el suelo con los ojos abiertos y un agujero de bala en la frente. Debajo de su cabeza se extendía un charco de sangre que ante la falta de iluminación se apreciaba tan negra como la brea. Michael suspiró y sintió pena. Si bien nunca había llegado a amarla, sí que la había apreciado.

Sin otear directamente, esquivó el cadáver y se dirigió hacia donde ella le dijo que las encontraría. Entró al baño y entonces las vio: en el rincón más oscuro estaban Olivia y su madre. Ésta última rodeaba con sus brazos a la primera, la cual se acurrucaba sobre sí misma y no parecía haber reparado en su presencia.

Tragó saliva ante la tétrica reminiscencia que lo azotó de repente. Por un momento, se vio a sí mismo en ese rincón, tembloroso y confundido, luego de dar muerte al padre Hughes.

—Tienes que sacarla de aquí —clamó Polly.

Michael se acercó y se acuclilló frente a Olivia. Tenía la mirada perdida y se aferraba a un trozo de papel como si se le fuese la vida en ello. Le acarició la cabeza y entonces, ella dirigió sus ojos hacia él. Parpadeó cuando, al parecer, le reconoció.

—Todo estará bien —le dijo a Olivia. Necesitaba calmarla porque su estado era lamentable—. No te preocupes, Olivia. Mamá y yo nos encargaremos.

El rostro de Olivia se contrajo a causa del llanto y de repente, comenzó a sacudirse, víctima de un gimoteo incesante y cargado de dolor. Al parecer, hasta entonces no había podido llorar. Michael apartó a Olivia de los brazos de Polly y la atrajo hacia su pecho. Le besó la cabeza y notó que temblaba como un pajarillo.

—Te dije que esto podía pasar —si bien no era buen momento para discutir, Michael tuvo la necesidad de hacerle saber a su madre que tenía gran parte de la culpa.

—¿Acaso teníamos otra opción? —cuestionó su madre—. Teníamos que sacar el opio o...

—¿O qué? —le interrumpió Michael—. ¡¿O qué?!—repitió, esa vez en una exclamación que hizo que Olivia se sobresaltara— ¿O Gina y Johnny Dogs nos hundirían en la miseria? Dime, mamá, ¿no es eso lo que acaba de pasar?

—Gina está muerta y Johnny no abrirá la boca —le aseguró Polly, hablando por encima de los sollozos de Olivia.

—¿Por qué mierda estás tan segura?

—Porque, si se le ocurre hablar, no tendrá cómo probar lo que dice —le aseguró—. Una vez que Olivia desaparezca...

—¡¿Una vez que Olivia desaparezca?! —Michael se esforzaba por entender a su madre pero esta se lo ponía extremadamente difícil—. ¡¿Cómo demonios haremos eso?!

Polly dirigió sus ojos hacia Olivia como si estuviese mesurando el hablar delante de ella o no. Cuando Michael vio que tragaba saliva y bajaba la vista, supo que lo que iba a plantearle no le iba a gustar.

—Tenemos que hacerle creer a todo el mundo que Olivia murió esta noche —pronunció su madre, con voz trémula. Michael notó que Olivia interrumpía su llanto; estaba prestándole atención a las palabras de Polly—. Nadie más aparte de nosotros dos tiene que saber que sigue con vida. Deberás llevártela contigo lo más lejos que puedas...

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby  x  OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora