𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐀𝐦𝐚𝐩𝐨𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞

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16 de noviembre de 1931

Espero, de todo corazón, que la escritura logre sosegar mi alma, pues los celos que me asolan en este momento son inconmensurables. Podría intentar convencerme diciéndome que mis preocupaciones son injustificadas pero el simple hecho de imaginarme a Thomas otra vez en Arrow House junto a Lizzie Shelby, pretendiendo ser su amado esposo, hace que mi sangre hierva.

Sí, sé que será solo por un rato y luego Thomas regresará a esta casa de ladrillos, volverá conmigo y nos iremos a la cama juntos como los concubinos que somos desde hace quince días pero, aun así, no puedo evitar que el miedo me consuma. El miedo a que él vuelva a hacerme daño.

Ayer fue el cumpleaños de Lizzie y como cada año desde que contrajo nupcias con Thomas, se lleva a cabo una ostentosa celebración en Arrow House donde asisten todos los Shelby y gente relacionada a ellos, ya sea por política o negocios. Ante los ojos de todos, y ante los de Dios, Lizzie y Thomas siguen siendo marido y mujer, y como tales deben fingir unidad en situaciones de este tipo.

Eso fue lo que me explicó Thomas esta mañana cuando no le quedó de otra que ponerme al tanto de lo que acontecería esta noche, después de estar eludiendo durante días el deber de decírmelo.

El reloj despertador sonó a las siete y media, como siempre. En la penumbra mortecina de la mañana, intenté apagarlo pero sin querer lo golpeé y cayó al suelo, quebrándose así el cristal. Ahora me doy cuenta de que debí de tomar tal suceso como un presagio de lo que sería este día.

Mi torpeza matutina no se debe solo a mi somnolencia sino también a que todavía no me acostumbro a dormir del lado derecho de la cama. Cuando estuve viviendo sola en la casa de ladrillos, siempre lo hacía del lado izquierdo, pero ese es el lado favorito de Thomas. Además, los espacios y los muebles son diferentes a los de la casa de Ada: la mesa de luz es demasiado baja y la madera negra hace que en la oscuridad sea imposible de reconocer.

Emitiendo un suspiro de agobio me di la vuelta en el colchón buscando a Thomas y las sábanas frías me hicieron saber que ya se había levantado. Aquello no me resultó extraño: Thomas siempre se levanta muy temprano, con el alba, y si bien no le he preguntado el motivo, creo que los horarios que tenía cuando era soldado han influido de cierta manera en sus hábitos de sueño.

Evité los cristales rotos cuando salí de la cama y apuré el paso cuando el frío me abrazó las piernas desnudas. Fue al bajar las escaleras que sentí el sonido de la porcelana y el olor del tabaco se manifestó, anunciándome la presencia de Thomas en la sala-comedor. De una manera casi tímida, me adentré a la misma.

Thomas estaba sentado a la mesa y apagaba la colilla de un cigarrillo en el cenicero. La sutil sombra en su rostro me hizo saber que aún no se había afeitado. Me acerqué, le besé la mejilla y tomé asiento a su lado. Él había colocado una taza vacía de más, lista para que yo la llenase de té cuando me levantara.

—Rompí el reloj —comuniqué con una risita—. Cada día que pasa se me hace más difícil despertarme. Deberíamos dejar de utilizar la noche para otras cosas que no sean dormir —sugerí, provocativa.

—Me pides un imposible —soltó él mientras observaba cómo me hacía con mi tetera, la misma que había fomentado nuestra reconciliación y la cual yo había vuelto a llevar a la casa de ladrillos cuando empecé a pasar las noches con Thomas—. Demasiado me controlo en la oficina. No esperes a que no te toque cuando estamos en casa.

—Pero todas las noches es un martirio, Tom —arrugué el entrecejo.

—Pues para ser un martirio te resistes más bien poco.

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby  x  OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora