𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby x OC

𝐗𝐗𝐈𝐗. 𝐅𝐚𝐢𝐬𝐚𝐧𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐥𝐨𝐝𝐨

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12 de agosto de 1931

Creo que me he recuperado. Si bien no puedo afirmarlo con total seguridad ya que aún tengo bastante tos, lo cierto es que ya no sufro de fiebre y el cuerpo solo me duele cuando hago demasiado esfuerzo.

Los días que pasé en Arrow House al cuidado de aquella enfermera tan dedicada a su labor, contribuyeron enormemente a mi recuperación, aunque no voy a negar que mi desespero por largarme de allí tuvo algo que ver. No volví a ver a Lizzie pero la certeza de que ella se encontraba bajo el mismo techo que yo y la incomodidad que me provocaba ser conocida por los sirvientes como "la amante del señor Shelby" hizo que mi organismo fuese consciente de que debía de regresar a la casa de Ada cuanto antes.

Y así lo hice. Volví a la casa de mi amiga el 9 de agosto, el mismo día que comencé a escribir mi entrada anterior, y desde entonces me obligué a pasar tres días más en cama con la finalidad de recuperar fuerzas en totalidad.

Me sentí inmensamente atrevida cuando crucé el umbral de la habitación que Ada me permitía habitar. Con mi amiga nos debemos una larga charla en donde yo debo de disculparme por mi comportamiento lamentable. Ella ha insistido en que todo está bien y, siempre que ha podido, me ha demostrado que no hay rencores pero, aun así, me siento en falta para con su persona. Todavía no logro perdonarme por haberle traicionado de esa manera, por preocuparle a un nivel inmensurable, sin ni siquiera dignarme a ponerle al tanto de mi fuga.

Por eso mismo, ayer llamé a Thomas y le pedí, muy a mi pesar, que hoy en la mañana cuando Ada se fuera a la Compañía, pasara por su casa. Le dije que necesitaba hacerle un planteamiento y él, casi con efusividad, me contestó que pasaría a verme.

Comencé a recuperar la cordura ni bien la fiebre empezó a disiparse. Me costó comprender que volver a Inglaterra fue lo mejor que nos podría haber pasado pero aún me duele la actitud que tuvo Thomas. Intenté pasar de él lo más que pude mientras estuve "retenida" en su mansión y él pareció percatarse de ello ya que, cada día que pasaba, sus visitas iban disminuyendo en cantidad y duración. Las mismas habían comenzado con Thomas tumbándose en la cama conmigo ni bien estuve lo suficientemente bien como para entablar una conversación y acabaron con él preguntándome cómo me sentía desde el otro lado de la puerta entreabierta para irse después de un par de segundos.

No lamento mi frialdad, pues se la merece, pero tampoco puedo depositar en él toda la culpa. Yo también soy igual de culpable por dejarme llevar.

Thomas arribó solo unos cuantos minutos después de que Ada se fue y yo temí que se hubiesen cruzado. Bajé las escaleras con cuidado y al abrir la hoja de madera, sus ojos se encontraron con los míos.

—Ollie —me saludó de manera escueta y se quitó la gorra.

—Pasa —le dije.

Nos dirigimos a la sala de estar. Él se sentó en el sofá de un cuerpo y yo lo hice en el grande. Al verme ocupar aquel sitio, tuvo la intención de pararse y sentarse a mi lado pero supo detenerse a tiempo.

Según me dejó ver, Thomas calculaba cuidadosamente todos sus movimientos aunque cierta desesperación se le manifestaba en los gestos cada tanto. No quería arriesgarse a ponerme las manos encima o a decirme algo que me crispara lo nervios y no lo hacía porque me tuviese miedo, no, eso jamás; no lo hacía porque creía que podría perderme del todo si nos enfrentábamos de nuevo.

—Antes de que regresáramos a Inglaterra me dijiste que tenías una casa en Small Heath comencé a hablar y el simple recuerdo hizo que se me tensaran los músculos.