𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐢𝐦𝐩í𝐚

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Tommy detuvo su lectura y parpadeó unas cuantas veces al notar que tenía los ojos secos. Se quitó las gafas y luego de dejar escapar un suspiro, se llevó el vaso de whiskey a la boca. Miró hacia la derecha de su escritorio y, por un par de segundos, contempló la caja que contenía todos los diarios de Olivia. Todos menos el último.

Se había dedicado a leer desde que había regresado de Londres aquel mediodía y no pararía hasta que su vista sucumbiese ante el agotamiento: cuanto antes terminase de leer los diarios, antes podría acceder al último de éstos y así dirigirse hacia Nueva York de una vez por todas.

Ada se había llevado con ella el último diario alegando que no podía arriesgarse a que lo leyera antes que los demás y que se lo daría ni bien estuviese segura de que él estaba al tanto de todo lo que decían los anteriores. A Tommy le crispaba los nervios aquel misterio insoportable, así que ni bien puso un pie en Arrow House, tomó su botella de whiskey y se encerró en su estudio, dispuesto a leer.

Justo en el momento en que se volvía colocar las gafas, alguien golpeó la puerta.

—Señor Shelby —era Frances—. Ha venido la señora Carleton. Necesita hablar con usted.

Se reclinó en su silla con agobio. Llevaba ignorando las llamadas de May desde hacía semanas y, de todos los momentos en los que podría haberse aparecido, elegía justo ese.

—Que pase —resolvió Tommy, convencido de que, cuanto antes hablase con ella, antes podría quitársela de encima.

May se introdujo a su estudio con el semblante cargado de preocupación y Tommy fue testigo de cómo fruncía el ceño al posar sus ojos sobre la caja repleta de cuadernos.

—Thomas, he intentado comunicarme contigo de mil maneras —dijo la mujer—. Créeme que evité a toda costa el tener que venir hasta aquí —pareció excusarse.

—Y sin embargo, aquí estás —no pudo evitar el comportarse como un imbécil. Sentía que estaba perdiendo tiempo valioso. Tiempo que podría estar aprovechando con su Olivia.

—Siento mucho lo de Olivia. —May se decidió a ignorar el ataque gratuito—. Cuando me enteré no lo podía creer.

—Ninguno de nosotros lo podía creer —dio un sorbo al whiskey.

—Parecía ser una buena muchacha y te quería —May se veía demasiado angustiada como para estar hablando de una persona a la que no había conocido.

—Era una buena muchacha y sí, me quería —Tommy entornó los ojos— pero, ¿cómo puedes saber tú todo eso si la viste una sola vez? —preguntó con curiosidad.

—Dos veces, Thomas. Nos vimos dos veces —lo corrigió y él no pudo disimular su asombro—. La primera vez, fue cuando ustedes se quedaron en mi estancia para que ella aprendiese a montar. En la segunda tú no estuviste presente y dudo que ella alguna vez te haya comentado que se encontró conmigo —confesó. De repente, evitaba su mirada a toda costa.

—¿Cuándo? —quiso saber, turbado. La actitud de May le daba mala espina.

—Fue en invierno y poco antes de su muerte. En febrero de este año... —Se interrumpió al verle hurgar en la caja casi con desespero—. ¿Qué haces?

—Busco entre sus diarios —explicó de forma escueta y con cierto enfado.

Supo entonces que si el encuentro con May se había dado poco antes de su "muerte", estaría relatada en el último cuaderno, el cual, no tenía en su poder.

—¿Sus diarios? —May lució sorprendida—. ¿Todos esos cuadernos son sus diarios? ¿Y por qué... lo estás leyendo? —por un segundo, a Tommy le pareció que a ella le ofendía su atrevimiento.

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby  x  OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora