Del otro lado de la puerta lo esperaba la más absoluta felicidad.
Abstraído, Tommy contempló por varios minutos los números de bronce adheridos a la madera como si una parte de sí mismo se negara a aceptar que más allá de aquella lámina se encontraba la mujer que hasta hacía unos meses había creído muerta. Era como si, de repente, fuese parte de un sueño: la realidad se le hacía tan ajena y extraña que cualquier impulso por adentrarse al apartamento se había esfumado con la misma facilidad que tendría el humo.
Los personajes en películas y novelas siempre se abalanzaban con desesperación hacia aquello que llevan tiempo buscando pero, en la vida real, las cosas siempre resultan ser inmensamente diferentes. Las reacciones son tan diversas como las personas mismas y Tommy siempre supo —incluso cuando todavía era Thomas Shelby—, que él era una persona demasiado particular. No temía al peligro, no temía a su muerte pero, por alguna razón, le temía a la felicidad.
Se hizo con el juego de llaves y colocó una en la cerradura. El sonido se extendió por el largo pasillo y Tommy deseó que Olivia lo hubiese escuchado. Permaneció quieto unos instantes, con los oídos muy atentos, tratando de reconocer pasos del otro lado pero no fue así. Tragó saliva y abrió la puerta.
La estancia era más grande y luminosa que la que había conocido hacía un rato antes, varias plantas por debajo de sus pies. El sol de la tarde se colaba por los inmensos ventanales de marcos dorados y lo muebles nuevos y lustrados centelleaban como si fueran de bronce. Tommy olfateó el aire y reconoció el aroma de la laca y la naftalina, olores propios de una casa nueva, pero, más allá de estos existía un dejo de cotidianeidad, un perfume que no tardó en reconocer. El perfume de Olivia.
Dejó la maleta en el suelo y guiado por el perfume, caminó con paso lento, recorriendo las inmensas habitaciones vacías. En la sala de estar no había nadie, tampoco en la cocina impoluta ni en el inmenso comedor. Tommy se introdujo en un pasillo el cual tenía tres puertas a cada lado, todas abiertas, y comenzó su travesía sabiendo que sí o sí, Olivia se encontraba tras alguna de éstas.
Al pasar por la primera habitación y al mirar hacia el interior de la misma, reconoció una cuna cubierta por un dosel y entonces, por primera vez desde que había llegado al apartamento, los pies se dirigieron solos, casi dando zancadas.
<<Lucille>>.
Tommy apartó la tela para poder verla mejor. La bebé era una cosita pequeña y arrugada, con una pelusa de cabello oscuro y dormía arrebujada en una manta de lana. Debió de hacer alguna clase de ruido, porque Lucille abrió los ojos y como si lo reconociera, lo miró.
—Lucy —la llamó en un susurro. Casi con miedo le acarició la cabeza. Su mano se veía inmensamente grande en comparación—. Hola, princesa.
Lucy balbuceó y se sacudió, reaccionando a su voz. Con cuidado, Tommy la agarró en sus brazos y la acunó. Ella no lloró ni emitió queja alguna y más allá de la inmensa alegría que Tommy percibió en ese instante, un atisbo de preocupación se le atoró en la garganta. Antes de ella, había tenido en brazos a dos hijos y sin lugar a dudas, Lucille era la más pequeña y frágil. No era prematura pero era bastante obvio que el sufrimiento de su madre durante el embarazo le había pasado factura y entonces, no pudo evitar percibirse culpable.
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𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby x OC
Romance🌹 || ❝𝐒𝐢 𝐭𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐬, 𝐥𝐚 𝐩𝐨𝐧𝐝𝐫á𝐬 𝐞𝐧 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨 𝐲 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚, 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫á 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚❞ || Tarde o temprano iba a suceder. Tarde o temprano, ella pagaría el precio de haber amado a un...