CAPITULO XXVII

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LAUREN POV

—¿Segura que estás bien? —Le pregunté a Camila, acababa de llegar. Notaba algo raro en ella.

—Lo estoy —Movió su mano despreocupadamente —¿Qué te pareció la Señora Crowe? —Suspire alzando las cejas.

—Es diferente a lo que he visto. Pero es muy... Espontánea, me agrada —Camila asintió caminando por la habitación, era muy grande y estaba pintada de verde oscuro.

La casa de Camila tenía muchos colores claros, según ella para que se vea más iluminado. Ahora entiendo ese efecto...

—Creo que el Señor Crowe fue quien escogió la decoración...

—¿Te gusta mucho decorar? —Sus ojos reflejaron nostalgia.

—Bueno... Mi madre era quien remodelaba la casa, incluso decoró el despacho del señor Huisman al igual que todo el edificio —Se detuvo en una pintura de una mujer desnuda y la acarició con su dedos —Cuando crecí ella me enseñó de texturas, pieles, muebles. Supongo que me contagió su gusto, aunque a menor intensidad.

—Lamento recordarte eso —Me acerqué a ella —Pero la escencia de tu madre está en todo tu hogar.

—También es tu hogar —Giró y me miró directamente a los ojos, ahora ella luchaba con su mirada cuando antes no soportaba más de tres segundos —Puedes venir cuando quieras, siempre tendrás un lugar —Sonreí levemente retrocediendo discretamente un paso.

—Es un halago —Acomodé mi cabello —Nunca había tenido un hogar... —Susurré.

—¿En Paradise no tienes donde quedarte?

—Lo tenía... Creo que aún lo tengo —Moví mi mano derecha levemente para que los destellos de mi magia formara la imagen de un castillo con dragones en el.

—¿Ahí vivías? ¿Es el castillo del rey? —Negué.

—El castillo del rey es más grande y los dragones no rondan por ahí. Está acentuado en cascadas de agua dulce y las ninfas son quienes vigilan desde las profundidades... —Recordé a Keana, ella es una ninfa, probablemente sirve para el rey protegiendo el palacio —En Paradise hay muchos castillos, yo vivía en un castillo oscuro...

—¿Oscuro?

—La luz no llegaba en su interior, en ese castillo era donde entrenaban a Salamandras. Justamente nos obligan a usar nuestro elemento fuego para poder iluminar nuestros pasos. Ahí fue donde conocí a unas hadas muy nobles... Fernando y su esposa Helena —Recordé con una sonrisa —Ellos eran maestros de artes de defensa en ese castillo. Entrenaban hadas para ser guerreros en casos de ataques futuros.

—¿Fuiste entrenada para luchar? —Asentí.

—Al nacer me quedé huérfana junto con mi hermano y nuestro actual rey nos encontró... Solos. Nos recogió y nos quedamos unos días con él, pero el cuidar a alguien más no es algo que él pueda hacer; nos mandó a ese castillo oscuro para vivir con otras Salamandras y así aprovechar los dones de nuestra especie —Ella me miraba analizando todo lo que decía, parecía que quería preguntar muchas cosas pero se contenía —Fernando y Helena siempre cuidaron de nosotros como si fuéramos sus hijos, mi rey a veces iba a vernos y nos dejaba regalos pero... Era muy distante.

—¿Regalos?

—Piedras mágicas, semillas, pócimas, libros, incluso juguetes ya que éramos los únicos niños que vivían ahí y era así como nos entreteníamos —Bajé mi mirada —Él iba a ese castillo y se quedaba con nosotros mirando como abríamos nuestros regalos... Nunca decía nada a pesar de que siempre hablábamos mucho, el único contacto que había era cuando él comía con nosotros

La Primogénita (Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora