Narrador omnisciente
Camila estaba en su habitación arreglándose para ir a la cuidad, debía atender asuntos de su negocio.
Ya había pasado tiempo razonable para saber que opciones tenía y ver qué era lo que más le convenía.
Escuchó golpes en la puerta y después fue abierta, era Georgina que ya estaba vestida, se acercó a ella y le ayudó con el peinado, a Camila no le gustaba peinarse pero su tía decía que la hacía ver más hermosa.
Estaba muy callada.
– Hace mucho que no vas a la cuidad querida – La miró a través del espejo – Compórtate – Dijo para después acariciar su cabello y darse la vuelta buscando un abanico, tenía varios pero eligió el negro. Combinaría con su vestido del mismo color ya que al ir a la cuidad debía mostrar su luto.
Que Camila se comportara significaba que no debía hablar a menos que se lo pidieran, no podía caminar sin un hombre a lado y tenía que abstenerse a hacer comentarios sarcásticos.
Lamentable, pero había aprendido a hacerlo. O eso intentaba, no podía contener sus protestas.
Había visto a Lauren hace unos minutos pero la dejó para darle privacidad y poder cambiarse, se había ido a la cocina para robar más tartas. Georgina pensaba que era Camila la que se terminaba todas.
Camila acomodó su collar debajo de su vestido y se miró en el espejo. Le incomodaba mucho esa ropa, no podía ni respirar y le daba calor.
– La carroza nos espera Camila, no tardes– Georgina salió y entonces Camila esperó a que cerrara la puerta y ver si Lauren aparecía.
Como esperaba, entró por la ventana abierta.
– ¿Por qué entras por ahí? – Lauren sólo se encogió de hombros.
– La ventana de la cocina igual estaba abierta, por si me encontraba a Georgina – Camila sólo negó mientras tomaba el abanico que su tía dejó en la cama.
– Iré a la cuidad por unas horas, ¿Puedes esperar aquí? – Lauren no podía dejarla sola, pero para mantenerla tranquila ella sólo asintió mientras se sentaba en el sofá y le regalaba una sonrisa.
Se veía muy hermosa arreglada, aunque la ropa cubría casi todo su cuerpo.
Apreció su vestimenta por unos segundos, si Camila notaba su intensa mirada se vería incomoda.
La vió subir al carruaje que las esperaba en la puerta, junto a ella se subió su profesor de piano que además era un buen abogado, Alessandro Crowe . Tuvo que ocultarse para seguirla a la cuidad, no le gustaba mucho ir allá porque podía sentir la incomodidad de Camila.

No tardaron mucho, llegaron y notaron el visible cambio, las personas ahí estaban apuradas y había distinción de clases sociales. Mientras niños trabajaban, los de clase alta paseaban.
No le gustaba nada de eso.
Tampoco que la trataran como una inútil.
– Bienvenida señorita Woodgate – Fue el recibimiento de un hombre bajo, barbudo y algo subido de peso mientras besaba su mano y la invitaba a sentarse en una de las sillas que estaban al rededor de una mesa.
Era una mesa para seis personas, había cuatro hombres y dos mujeres, que eran ellas.
Lauren siempre se preguntó el por qué tenían tantos modales, esa educación sólo era vista para dirigirse al rey.
– Estamos aquí para hablar sobre cuando piensa hacerse cargo de los negocios de su familia – El mismo hombre que la recibió habló mientras leía unos documentos que llevaba en manos.
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La Primogénita (Camren)
Fiksi PenggemarLauren Rossini, un hada huérfana que desde su adolescencia tenía la misión de cuidar a Camila Woodgate, una joven humana que desde la perdida de sus padres descubrirá los secretos de su descendencia. Lo que no se imaginaba es que toda su vida fue en...