CAPITULO VII

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Un vestido estaba extendido en la habitación de Camila, un vestido muy hermoso.

Pero no tenía ánimos de lucirlo como veces anteriores.

Lo tomó entre sus manos y analizó detalladamente cada costura. De seguro le costó una fortuna a su tía.

Escuchó que llamaban a la puerta. Era la madre de Raphael, Elizabeth Lasserre, en sus ojos podía ver la preocupación que sentía por ella.

No la culpaba, su peso había cambiado drásticamente.

—Mi flor, tu tía me ha mandado a ayudar a arreglarte —Simplemente agradeció mientras quitaba la bata de su cuerpo y la ayudaba a vestirme desde cero.

No le avergonzaba ser vista en ese estado.

La señora Lasserre iba de un lado a otro en la habitación buscando todo lo necesario para maquillarla de manera suave. Camila no acostumbraba llevar capas y capas de maquillaje.

Y mientras la ayudaba a entrar en el vestido, Elizabeth se encargó de hablar de cualquier banalidad con tal de distraerla y para su alegría, funcionó.

Logró reír al escuchar una historia que escuchó sobre algún caballero que fue descubierto por su esposa en los brazos de una mujer de la vida galante. Claro que Camila conocía a ese "caballero" y le alegraba que al fin su esposa abriera los ojos.

Y en las circunstancias en las que se encontró fueron no muy formales, toda la cuidad lo vio en paños menores y Camila por un momento lamentó vivir tan lejos de la cuidad.

Pero por lo que describe Elizabeth sobre ese señor, se perdió de muy poco.

No tardó demasiado en hacerla lucir bella, eso ya era natural en ella.

Pero como todos eran sumamente puntuales, ya había invitados esperando.

—Quedaste hermosa, mi flor —Frente a Camila apareció un espejo y no sabía cómo lo hizo, pero realmente se veía hermosa.

Se parecía a Amelia, parece que Elizabeth también lo notó porque vió un brillo de nostalgia en sus ojos.

Al menos ella estaba en su hija.

Más invitados ya habían llegado, tantos apellidos que no sabía ni de quienes eran, así que optó simplemente por decirles "Señor" o "Señora" dependiendo el caso.

Todos parecen tener la misma cara de amargados, no era culpa suya.

Al bajar las escaleras la atención paso a ella, cosa que la intimidó, muchos simplemente tratarían de unir su fortuna a la de ella con platicas sin sentido entonces optaría por saludar lo más rápido posible esperando que su tía no la obligue a bailar con cada uno.

Su ánimo seguía mal, pero, al ver a Raphael sirviendo copas de vino a los invitados, subió un poco. Al menos no estaba tan sola.

Y se veía adorable con ese traje.

Pero su "alegría" duró poco al ser arrastrada por su tía Georgina para recibir a los invitados, ya esperaba eso, pero tuvo que ignorar las insinuaciones de los hombres por supuesto.

Sólo quería irse ya.

Cómo había dicho antes Camila, no estaba interesada en contraer matrimonio.

Las hijas de los adultos ahí en cambio, trataban de mantener una plática con ella, pero Camila podía percibir la falsedad en sus palabras. Siempre tuvo una intuición muy desarrollada.

Nunca había tenido una amiga de su edad.

La mayoría de ahí le parecían tan forzados, pero hubo alguien que le interesó conocer.

La Primogénita (Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora