Pequeñas conversaciones.

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Miraba de reojo a Altaïr quien parecía dormitar, no confiaba en mi y eso estaba claro; no lo culpaba, era una desconocida en su mundo además de una feminista cuando en esta época eso ni tenía un asomo de existir. Estaba acostado de lado mirando hacia el fuego, con el brazo izquierdo bajo la cabeza ocupándolo como almohada, mientras su brazo derecho reposaba sobre el costado de su cuerpo.
-Altaïr-llame suavemente, sin saber exactamente como reaccionaria el sarraceno.
Abrió los ojos, los cuales resplandecieron por el fuego-Hm-fue el único sonido que provino de su parte, a lo que tome como un "dime".
-¿Cómo hacen los Asesinos para vivir con tantas muertes manchando sus manos?-pregunte sin más.
Altaïr suspiro-Hasta nosotros llegamos a tener remordimientos pero el entrenamiento ayuda, siempre con la idea de "un mal menor por un bien común"-sus ojos se cargaron de melancolía-Ahora duérmete, no confío en tu capacidad de vigilar-se puso en pie y trono sus huesos.
-No tengo sueño-la realidad era que no quería dormir, no después de mi pesadilla. El sarraceno se encogió de hombros.
-Cómo gustes...pero ya no dormirás hasta mañana-se sentó frente a la fogata, calentando sus manos pero sin dejar de mirar al exterior, como si lo peor a penas comenzara y sin que lo supiera...apoyaba esa idea. Lo peor aun no comienza. Acompañare a Altaïr en sus misiones, poniéndome en riesgo pero mi instinto (o mi estupidez) reclaman que hago eso, debo encontrar mi objetivo, cueste lo que cueste.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora