Lo prometo.

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Hola ¿Cuánto ha pasado? ¿Dos años? Creo que sí y la verdad es que no tengo excusa, más que decir que empecé este proyecto a mis 16 años, actualmente tengo 20, estoy empezando la segunda mitad de la carrera y vaya, otros proyectos absorbieron mi mente. Venga, al punto, quiero darles las gracias infinitas por seguir apoyando mi historia y avisarles que seguiré actualizándola, capaz que con la pandemia me saco tiempo de un capítulo al mes y de paso acelero esta historia, porque creo que es muy lenta o bien, termino juntando los capítulos cortos para hacer uno largo, ya veré.

Gracias de nuevo por todo, perdón por tan poco, intentaré retribuirles y hacer que le caiga algo de luz al fandom de AC en Wattpad. Los amo.

Pd. Advertencia, el capítulo contiene escenas que pueden ser susceptibles para algunos lectores.

Habían pasado tres días, tres días en los que no me pude sacar de la cabeza lo que Altaïr me gritó y esos mismos tres días estuve evitándolo, inclusive me salí del cuarto que me habían dado para que ese hijo de nadie pudiera quedarse ahí, yo simplemente ya no quería saber nada ni de él y quizá tampoco de la misma vida.

Sí nos habíamos quedado tres días fue por capricho mío, estaba toda la mañana y la tarde con Malik, encontré un refugio en el Rafiq, quien no dudó en tratarme con respeto e instruirme un poco en el combate, aunque había ocasiones en que me era casi imposible mantenerme firme en las clases. Cuando Malik sujetaba mi cintura el aroma de Altaïr me inundaba los sentidos, quizá demasiado y muy fuerte, puesto que las lágrimas me ardían en los ojos así como los besos que el sarraceno me dejó esa noche donde midió hasta donde llegaban mis cumbres y mis curvas, una y otra y otra vez.

— Alexia— una voz empezó a sacarme de mi transe, a lo que desvíe la mirada de la fuente empotrada en la pared. Menee ligeramente la cabeza para sacarme la imagen del Asesino para luego clavar mis ojos en Malik, que cada día me observaba con mayor intriga —Disculpa la interrupción, Alexia pero...— hizo una pausa, miró a la fuente —¿Quieres ir a caminar conmigo más tarde por las calles de Jerusalén? Puedo llevarte al Zoco, tengo que recoger algunas cosas para el refugio y me gustaría tu ayuda, o bueno, tu compañía es suficiente — sentí mis mejillas arder, cuando Malik se lo proponía tenía un corazón y palabras dulces que regalarle a mis oídos, su sola presencia calma mi ansia.

Asentí ligeramente mientras una traviesa sonrisa se asomó modesta, formando dos pequeñas manzanas rojas en mi rostro. Malik me devolvió la sonrisa sólo que esta carecía de timidez, más bien era la sonrisa de alguien, me aventuraría a decir, realizado.

— Te aviso cuando salgamos ¿te parece? Altaïr no está así que puedes usar la habitación para cambiarte, la gente se volvería loca si ve que usas ropa que no te corresponde y quiero evitar que te asesinen a pedradas— la sonrisa se me esfumó, sin embargo ese sonrojo continuó presente, no por las razones de un cumplido sino porque mi corazón se atreve a acelerarse con la sola mención de Altaïr.

Prefiero no hacer comentario alguno y limitarme a aceptar la invitación, acatando las órdenes del Rafiq que sólo quería protegerme. Malik volvió adentro, mientras yo quede acostada entre los cojines, sintiendo la luz del sol acariciarme la cara, a lo que cerré los ojos o al menos eso hacía hasta que una sombra me lo impidió.

— ¿Se te olvidó decirme algo, Malik? — no me digno a despegar mis párpados, estoy segura que es el Rafiq o bueno, al menos estuve segura de ello hasta que no recibí respuesta alguna. Abrí los ojos, despacio, como una niña que tiene miedo de encontrarse cara a cara con el monstruo bajo la cama y yo me encuentro directo con mi propio martirio. — Altaïr — parecía que el mismísimo viento me arrebató el nombre de los labios, porque no sabía si sí lo pronuncié en voz alta o simplemente fue una ilusión.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora