Desierto, Montaña y Camino.

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Las pequeñas punzadas de dolor en el vientre eran molestas, mas Altaïr se mostraba ajeno a los leves quejidos que presentaba, extrañaba el siglo XXI, allí tendría pastillas para los cólicos y no tendría que viajar en una montura incomoda bajo el sol implacable del Oriente Próximo, tenía la ligera sospecha de que podría freír huevos en las rocas.
Era la época seca, se sentía en el aire, no había nubes grises y aun en los pasos montañosos el aire carecía de alguna pizca de humedad; el silencio que reinaba entre el sarraceno y yo era tal que lo único que lo quebraba era el silbido del viento caliente, el crujir de las plantas secas con las piedras y la arena bajo las pesuñas del corcel, para estos momentos hasta la respiración del Asesino era audible aunque me gustaba escucharla porque era suave y tranquila, me erizaba la piel de sólo sentir su aliento chocar contra mi nuca.
-¿No tienes calor?-cuestioné a mi interlocutor al mismo tiempo que un escalofrío me recorría al tener la sensación de que el silencio se molestaba por la abrupta aparición de mi voz, que rompía su reinado.
-No, mis prendas permiten que el aire entre y salga, además, no conserva el calor del sol-súbitamente se quedo callado por un par de segundos antes de que su voz volviera a escucharse-¿Qué tienes? Todo el camino te has venido quejando, lo cual resulta ciertamente irritante-su tono era frustrado, aunque ocultaba esa denotación de cansancio pese a que su pregunta era con el afán de alguien que se preocupa por su acompañante. Lo mire por sobre mi hombro, haciendo a oídos sordos ignorando su cuestionamiento de manera olímpica también restándole importancia al asunto, sabia de sobra que no le interesaba realmente-No me engañes e ignores, todo el trayecto desde que me pediste el paño no he dejado de escuchar pequeños quejidos de dolor, ya me taladraron los oídos-
Rechine los dientes por lo bajo-No espero que realmente lo entiendas o tan si quiera te parezca relevante en tu "aventura por el honor perdido"...me parece una idiotez acompañarte cuando no me quieres ver, escuchar o algo por el estilo-respondí con seriedad y un talante beligerante, ¿a quién quería engañar? A nadie, ese comentario y la entonada que le dio fue suficiente para sacarme de mis cabales, quería golpearlo muy fuerte en la cara, se lo merecía por engreído, confiado, egocéntrico, ególatra...¡Bah! Estoy pensando meras cosas obvias, lo cual no ayuda en mi estado de animo, pero bien que se merecería una patada en el culo.
Apretó ligeramente la mandíbula, lo sabía porque también sus dientes rechinaron con ligereza-He estado con mujeres, no gano nada mintiéndote, no soy un santo así que lo preguntaré por ultima vez...¿qué sucede?-aunque la apariencia de la conversación era de mera preocupación el tono que empleábamos ambos era de fastidio.
-Me da igual si te has acostado con medio Masyaf, son cosas personales, si de verdad te interesará saber lo que me sucede no usarías ese tono tan...fastidiado, primero cambia tus asquerosos modos de dirigirte a los demás, no eres el único con neuronas, tener pene no te da más valor que a mi-escupí ya exasperada-Y para tu información, estoy en esos días del mes que sangro entre las piernas ¿así esta bien de aclaraciones o también quieres ver?-Mi tono de voz dio por zanjado el tema; sentí mis mejillas arder no sabia si por el sol o por mi comentario, lo que sí tenía claro es que el sarraceno buscaba alguna manera de responderme, lo sentía por su respiración agitada chocar contra mi nuca, pero no respondió así que el silencio (esta vez incomodo) se volvió a apoderar del ambiente.
No me arrepentía de mi contestación, necesitaba decirlo y él escucharlo, estaba consciente de que fueron mis hormonas, el calor, cansancio y frustración las que hablaron por mi, pero ahora podía meter aire a mis pulmones y sentir la cabeza fría aunque sintiera las pequeñas gotas de sudor bajar desde el nacimiento de mi pelo, por mi frente y sienes hasta llegar a mi mentón, me sentía pegajosa lo cual era asqueroso pero no tenía opción más que tolerarlo.
Seguimos avanzando en el mismo silencio, el sol parecía moverse con nosotros recordándonos que él era el rey de ese desértico páramo, no nosotros ni los ejércitos, porque por más hombres que cualquier sultán o rey tuviera, si el Sol o las inclemencias del clima no los dejaban continuar, no lo harían. El estéril paisaje no era de mi interés, sólo había montañas y montañas pero eso no duraría, pronto el paisaje serían únicamente dunas o un desierto sin ningún relieve o montaña en kilómetros. Miraba al frente, deseando que en los pequeños momentos donde el horizonte podía ser admirado la ciudad de Damasco alzará sus imponentes muros pero dadas las circunstancias no estaba segura de sí eso sería posible, al menos no hoy así que la esperanza de que el tortuoso viaje llegará pronto a su fin seguía persistente pero se iba reduciendo conforme me daba cuenta que el Astro Rey descendía poco a poco, minuto a minuto, cómo si nos amenazará con que pronto su luz se extinguiría y entraríamos al reinado de la penumbra, donde la luna no calentaba y las estrellas sólo titilaban ufanas, tan lejos.
Ya para el atardecer recién lográbamos estar próximos a desprendernos de los pasos montañosos, el aire era cada vez más frío a nuestro alrededor, detestaba aquello, primero un calor abrasador que luego daba paso a un frío insoportable, el como la gente sobrevivía en aquellos parajes era algo que para estos momentos escapaba de mi comprensión como arena entre mis dedos. Las piernas y nalgas ya estaban entumidas, el corcel cansado y lo admitiera o no, también lo estaba Altaïr.
Los naranjas del cielo pintaban las montañas que quedaban del lado este mientras que las del lado oeste estaban ya cubiertas por la sombra, levante la mirada y la luna se asomaba tímida, como si tuviera miedo al Sol.
-¿Ya vamos a descansar?-pregunté en un murmullo inesperado, tenía la garganta seca así que carraspee-¿Ya vamos a descansar?-volví a espetar esta vez de manera clara.
-Te escuche la primera vez-Altaïr tomó una profunda bocanada de aire y poco después la soltó-Descansaremos hasta que el ultimo rayo de Sol se oculte-él era el experimentado, así que no cuestione su decisión y solo asentí con la cabeza.
Tal cual lo dijo, seguimos cabalgando hasta que el ultimo cabello dorado del Sol se ocultó por fin, dejando lugar a la bella Luna. Nos detuvimos en donde el camino se bifurcaba, de un lado el camino a Damasco y del otro a Jerusalén.
-¿Cuánto nos falta?-pregunté en cuanto baje del caballo, quería estirar las piernas, ya no las sentía.
-Mañana por la tarde, poco antes del atardecer llegaremos a Damasco, sólo subimos aquella colina, bajamos y atravesamos parte del desierto-Se quedo callado al escuchar más voces que las nuestras, muy claras y demasiadas.
-¿Qué es eso?-miraba curiosa a un gran grupo de personas escoltadas por guardias seguramente sarracenos.
-Los peregrinos que se dirigen a Jerusalén-comentó en voz baja-Será mejor que nos quedemos lejos si no queremos problemas, sería mucho riesgo tomando en cuenta que no sabes empuñar una espada-bufé ante el comentario.
-Ja ja ja, eres tan gracioso Altaïr, deberías hacer bromas en vez de matar gente-respondí sarcástica y un atisbo de sonrisa se presentó en los labios de mi interlocutor.
-En vez de querer ser graciosa ten-me lanzó una de las bolsas con algunas mantas-No prenderemos una fogata, no deberemos arriesgarnos, yo haré la guardia-Se llevo al caballo unos cuantos metros lejos de nosotros hasta una carreta con paja para no levantar alguna sospecha mientras nosotros nos quedamos en un rincón apartado de los caminos principales.
Me acurruque en el suelo con la manta, ni si quiera me percate en que momento me quede dormida, sólo recuerdo que mi ultima visión fueron esos ojos dorados mirarme fijos acompañados de su semblante serio.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora