Tiempo y cuerpo.

546 35 44
                                    

Por la mañana es el cálido sol el que me levanta, Altaïr no estaba por ninguna parte y yo sentía los músculos atenazados por la actividad de anoche. Mire mi cuerpo, mantenía esos oasis en la piel y para mí fueron la mejor obra de arte de toda mi vida.

Me puse de pie, buscando algo con lo que cubrirme cuando de entre la alta maleza salió Altaïr con conejos al hombro, ni se inmutó al verme desnuda frente a él.

—Buenos días—me hablo tan seco, como si nada de lo ocurrido la noche anterior sucediera entre nosotros. Me sentí ofendida, muy ofendida.—Ten—me arrojó a la cara una nueva muda de ropa, lo que sólo me molesto más.

Déjame ver si capte bien, tuvimos una noche apasionada, deje ir a Adam y ahora este cabrón hijo de la chingada me trata como cuando me conoció. Preferí no decir nada, ya encontraría la manera de dejarlo en su lugar en algún momento de la vida. Me negué a vestirme y camine al río que estaba cerca.

—¿A dónde vas?—escuche su voz seria a mis espaldas pero con ese tono de preocupación, esta vez fui yo quien pasó de él, no voy a aceptar que primero "Ay sí, ay sí" y al final que a la mera hora no, mija. Para eso que se vaya a buscar a su abuela.

Escuche sus pasos seguirme, al parecer la valía un comino que lo escuchara, y a mi me iba a valer la misma cantidad de pepino que me acompañara a una distancia prudente.

No tardamos mucho en llegar al río, ese en el que fluían aguas cristalinas, había niños jugando, mujeres lavando ropa, algunas personas dándose un bien merecido baño luego de quizá pasar días sudando bajo el implacable sol. Yo no era la excepción, así que entre al encantador regato de un sólo clavado.

El líquido era fresco, te daba la sensación de una segunda vida. Gire sobre mí eje, moviendo todas mis extremidades. No sé cuánto tiempo pasó, pero de repente, Altaïr estaba frente a mi, mirándome fijamente antes de tomarme por los antebrazos y sacarme a la superficie.

—¿Cuál es tu problema?—exclamé ya desahogando la indignación ya acumulada, el sarraceno sólo me miro serio.

—Tenemos que irnos, no hay tiempo de juegos—su respuesta fue tan fría y cortante que sólo provocó mi sangre hervir como si de refrescante agua pasarán a ponerme en las mismísimas llamas del infierno.

Comencé mi berrinche, me sumergí en el agua tan abajo cómo podía, me iba a rogar o me quedaría a ahogarme, no me importaba. Levante la mirada al cielo, el agua ya estaba distorsionando los rayos del Sol que se aproximaba a su punto más alto.

Lo siguiente jamás lo espere, sentí un dolor recorrer mi brazo izquierdo, que se extendía hasta mis hombros, era un malestar de espantosa magnitud, luego se instaló en mi pecho, me estaba costando mantener el aire en mis pulmones, la presión que se ejercía ahí me estaba sofocando. La desesperación comenzó a ganarme, trague agua, intente subir a la superficie, pero mis músculos se atenazaron, no conseguía moverme.

El sol se apago, el agua fría me abrazo, y yo me desvanecí.

—911, llama al 911—la voz de una chica sonaba desesperada, dirigiéndose a su abuela, quien corrió tan rápido como podía por el teléfono, y no tardó en llamar.

—911, ¿cuál es su emergencia?—la voz de la mujer al otro de la línea era demasiado calma para que la señora se sintiera segura.

—La amiga de mi nieta, está teniendo un ataque cardiaco—su voz no titubeo, tenía que tener la cordura suficiente para sobrellevar la situación, su nieta estaba volviéndose loca y desesperada.

La señorita pidió sus datos, desde la dirección hasta el nombre de la paciente, afirmando que la ambulancia llegaría en breve, y así lo hizo.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora