Muchas realidades las mismas normalidades.

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El Asesino y yo permanecimos sumidos en un incómodo silencio, ambos cavilando nuestras propias melancolías, nuestros propios fantasmas.
Los párpados me pesaban a causa de las escasas horas de sueño que logre conciliar, pero mi terror a ver de nuevo a la tortura que se llama Adam era mayor a mi necesidad por descansar. Las llamas de la fogata se consumían al mismo ritmo en el que el Sol comenzaba a hacerse lugar como único regente del firmamento.
-¿Cuanto falta para llegar a Damasco?-cuestione mientras sujetaba mi cabello en una coleta.
-Un día sin retrasos, dos a lo mucho...¿por qué?-me miro entrecerrando los ojos, con sospecha.
-Porque dudo aguantar un día más empapada en sudor, necesito un baño decente-reclame con el entrecejo fruncido, empleando un tono de voz en forma de reproche y altanero, provocando una mirada desdeñosa por parte del sarraceno.
-Nos iremos al alba, y deja de usar esa voz...no soy tu sirviente, estoy en un mayor rango que tu-sus penetrantes ojos dorados me miraron con orgullo y superioridad, todo oculto detrás de una blanquecina capucha.
-Y yo no soy tu esclava, idiota, viajamos juntos y aun así me tratas como si no fuera nada, no por tener un maldito pedazo de carne colgando de las piernas eres superior a mi-me sorprendí a mí misma respondiendo de manera impertinente cargada de orgullo mucho tiempo tragado. Las orbes miel de Altaïr se abrieron de par en par, seguramente extasiado por mi comportamiento repentino, a la vez que voluble.
Ya no respondió y ese silencio incómodo volvió a presentarse sin demora, cargando el ambiente de un aire pesado que podría ser cortado con un cuchillo. Ambos miramos hacia el exterior por lo que parecieron horas hasta que al fin a través de las tímidas nubes y las crestas montañosas los primeros rayos de luz solar se dejaron entrever.
-Es hora-dictaminó Altaïr, recogiendo las pocas pertenencias que bajamos del corcel y colocándolas de nuevo en su correspondiente lugar para luego montarnos sobre su lomo. El Asesino espoleó al semental negro, haciendo que avanzará en la dirección deseada.
El constante trote y balanceo del caballo me daba sueño, no quería cerrar los ojos pero no me negué, necesitaba descansar y desafiar la autoridad del sarraceno sería divertido aunque mi siesta no pareció durar lo deseado puesto que pronto llegamos a una ladera escarpada por la que teníamos que bajar y era peligroso hacerlo a caballo ya que podría resbalar, comprometiendo todo.
Poco a poco bajamos, algunas veces me asustaba ya que las rocas bajo mis pies resbalaban, llevándome consigo "Te maldigo gravedad y también te maldigo Newton por decirnos que era" pensé con frustración sin detener el paso.
Cuando al fin bajamos de la ladera llegamos a un valle completamente desértico, sin rastro de vida alguna, era sorprendente como podíamos pasar de una montaña escarpada a un valle muerto. No recuerdo por cuanto tiempo más seguimos caminando, lo que sí recuerdo fueron los constantes y pequeños tragos de agua que ahora querían hacer acto de aparición.
-Altaïr-le llame casi danzando detrás de él.
-¿Qué?-preguntó de golpe con una voz de fastidio.
-Quiero hacer pis-pedí cual niña pequeña con las piernas cruzadas.
-Te pregunte hace 3 horas si querías ir al baño y dijiste que no-siseo entre dientes, irritado-Eres como una niña-
-La niña más linda que jamás te encontrarás-puntualice como quien es alguien elegante-Pero quiero hacer pis-lo escuche soltar un bufido de cansancio.
-En cuanto veas un arbusto me avisas y nos detenemos...y puedo diferir de la opinión de niña linda-abrí mi boca cual "O" por ambos comentarios.
-¿Arbustos? Pero...quiero ir a un baño, como una dama y ¡soy una niña linda!-le grite colocándome frente a él, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada que según yo no dejaba lugar a discusión. El sarraceno solo enarco una ceja.
-El baño más cercano esta en Damasco, a lo que estamos como a medio día de aquí, no eres una dama puesto que casi me insultas más de una vez y no conozco a ninguna niña linda que ataque hombres con una escoba-
-¡Hey! Soy una dama-me coloque de perfil haciéndome la digna-Y tu empezaste, si no fueras tan terco y egocéntrico no te habría goleado-lo mire con aires ganadores, pero era obvio que su gran ego no le permitía dejarme ganar.
-Tu eres más terca, testaruda y extremadamente altanera e impertinente-lo mire ahora ofendida.
Estuvimos avanzando así varias horas hasta que al fin encontré un arbusto al cual acudí a hacer mis necesidades de mala gana pero recibí la indeseable visita de un viejo amigo.
-Maldita sea-susurre al notar la sangre en el suelo-Me vino Andrés-suspire resignada-Altaïr, ¿me das un trapo? Pequeño, por favor-cuando creí que no me había escuchado sentí el trapo limpio y pequeño caer sobre mi cabeza. Tuve que arreglármelas para acomodarla y no ensuciarme...demasiado. Definitivamente este viaje no podía ser peor.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora