Clases y no es escuela.

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¡Denme un premio! Ya van tres viernes (con espacio de una semanita) que publicó ❤️ ¿ya me perdonan? :c en el próximo capítulo pondré a Alexia a entrometerse en los secretos de Altaïr, pero así, se va a tirar de hocico a leerlos.
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Altaïr me despertó como había prometido, pero sorpresivamente fue más delicado que de costumbre, una sonrisa entre complacida y orgullosa se asomaba sin temor en sus labios, sus perfectos labios aunque algo me perturbaba anoche no había vuelto a casa «¿Qué casa? Aquí vives» respondió mi cabeza para calmarme, a lo que suspire, no, había otro lugar al que apenas había ido, era la casa de mis ¿padres? No, no podía ser, ellos habían muerto, al menos eso recuerdo haberle dicho a Altaïr pero faltaba más, un nombre, empezaba con I ¿Idea? No, ese no es un nombre, estúpida, era I, Ile...Ileana ¡bingo! Espera ¿qué? ¿Olvide el nombre de mi mejor amiga? Hice una mueca, no podía ser eso, yo no podía ser tan estúpida «Oh, claro que sí, ahora vigila, tonta» esa vocecita era irritante pero certera, así que miraba a mi alrededor evitando cabecear, pero todo estaba tranquilo, todavía era muy temprano para la mayoría de los seres vivos.

Cerré los ojos, suspire, el aire de madrugada era fresco y liberador. Me incliné a la cantimplora a tomar un pequeño sorbo de fría agua, delicioso líquido de los dioses. Mire el horizonte, esperando ver los primeros rayos de sol para poder despertar a mi acompañante, cuando de repente esté empezó a removerse en su lugar, musitando entre murmullos "Adha".

Conforme pasaban los segundos, parecía que el sueño empeoraba, sus movimientos eran bruscos y comenzaba a subir la voz, así que me senté a su lado y tome sus manos.

—Tranquilo, aquí estoy, sh, tranquilo— besé su frente, estaba sudando frío, de miedo, pero no lo solté por más fuerte que se aferrará a mi, no me importaba, tenía que protegerlo de sus propios remordimientos y demonios, aunque él no sepa jamás de los míos, era injusto, sí, pero necesario, no entendería lo que pasó.

En un momento abrió los ojos de golpe, sus orbes dorados estaban cristalinos mirándome fijamente. Se incorporó de un simple movimiento, parecía avergonzado y preocupado por el estado en que lo apoye.

—Tranquilo— acerque mi mano a su hombro intentando tocarlo, pero me rechazó con un movimiento, apartándose y apartándome, no era su culpa, lo había visto vulnerable y eso probablemente le desagradaba.

—Ya casi amanece, todavía queda camino a Jerusalén, por el momento te enseñaré algo básico de pelea— no me miro, pero ni por error y se centró exclusivamente en lo que le ocupaba en ese momento, recoger todo para no dejar rastro y enseñarme a pelear. De alguna manera me emocionaba pero por otra parte me aterraba la idea de que tuviera que matar...de nuevo. Suspiré, cansada y resignada «La tercera es la vencida» mencionó mi molesta cabeza en un momento que por este instante era crítico para mí, si tenía que defenderme o más importante, defender a Altaïr, mataría a tanta persona se me pusiera en frente y fuera necesario matarla.

Mire el piso fijamente ¿qué pensarían mis padres de mi? Aunque claro, antes que nada ¿tengo padres? Hice una mueca, haciendo memorias, varios días aquí y algunas lagunas mentales esparcidas por mis recuerdos, pero al parecer mis padres no figuraban en mi memoria ¿eso era malo? No, por el simple hecho que cuando me presenté con todos, afirme que mis padres estaban muertos pero ¿por qué no lo recuerdo?

Sacudí enérgicamente la cabeza, no era momento de dispersarme en cosas tan inútiles como eso, claro, no eran prioridad pero tampoco algo tan estúpido como la pregunta ¿ya hice pipí? Aunque a esa pregunta, la respuesta era no, tenía que hacer pipí pronto o mi vejiga explotaría. Por suerte hace un par de días que Andrés se esfumó, pero el cabalgar tanto hacía que toda esa zona doliera, y necesitaba bañarme, urgente. Ya, déjate de divagaciones, demonios.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora