Pesadillas

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Íbamos a Damasco pero ya estaba anocheciendo, la temperatura iba descendiendo al igual que la luz. Me hice un ovillo pegándome al pecho de Altaïr, intentando levemente conseguir algo de calor ya que yo contaba con el perjudicial defecto de que mi circulación no era buena, además de que mi cuerpo no contaba con la preferente característica de retener una temperatura benéfica para mi, era bastante molesto.
-¿Estas bien?-me hablo el Asesino, a lo cual yo levante la mirada asintiendo ligeramente con la cabeza. Su mano callosa se posó en mi mejilla, la cual acaricio ligeramente-Perdiste mucho calor, estas helada-detuvo un momento al semental y bajo del mismo, buscando entre lo poco que llevábamos una manta hasta que dio con ella, volvió a subir y nos envolvió en la misma.
-¿No deberíamos descansar?-le pregunte, bajo sus orbes doradas la clara marca morada de ojeras era presente, pero no veía un ápice de cansancio en sus facciones. Negó ligeramente.
-Es peligroso descansar aquí ya que los bandidos rondan muy frecuentemente en estos senderos donde los soldados de Salah Al'din no cuidan a los peregrinos que van a Jerusalem, pero tu duerme, yo cabalgaré hasta Damasco, una vez allí iremos a la casa de Asesinos donde estarás a salvo-le mire, me gustaba escuchar su acento, además de que su voz seria me agradaba.
Asentí sin protestar, pero no obedecí al momento, escudriñaba sus ojos a conciencia, eran de un color tan brillante que uno pensaría que lo miraría con calidez pero no, su mirada era dura y fría como el hielo, llegaba a ser tan filosa como su hoja oculta, sus palabras siempre eran directas, tan egocéntricas y con exceso de confianza en sí mismo, se creía precavido pero llegaba ser muy descuidado. Me percate de algo, solo llevaba su espada y la hoja oculta.
-¿Y tú armamento?-le cuestione, bastante confundida. Su mirada se hizo pesada, cargada de enojo mientras tensaba la mandíbula, apretando los dientes hasta hacerlos rechinar.
-Me degradaron de nuevo...me bajaron a Novicio-fingí una mueca estupefacta.
-¿En qué momento sucedió?-pregunte, esta vez con verdadera confusión.
-Mientras estabas inconsciente...dormiste dos días-respondió cortante, a lo que no seguí interrogando, seria tentar a mi suerte.-Descansa, cuando lleguemos te despertare-espetó, cortando la conversación de tajo.
Suspire pesadamente y me acurruque en su pecho; sentía el sueño vencerme y lo ultimo que logre apreciar fueron esos dos soles que tiene por ojos observarme atentamente.

Volví a abrir los ojos al sentir una voz tan conocida llamarme-¡Alexia!-gritó, a lo mire en esa dirección, pero no había nadie-¡Alexia!-me llamo de nuevo, a lo que me gire, pero de nuevo nada-Alexia-susurro esta vez en mi oído, sentí la piel de gallina, un frío tan conocido recorrerme la espalda...conocía y de sobra esa voz.
Lo encare, más pálida que cadáver, más pálida que...él. Ante mi, un viejo fantasma, era mi mejor amigo...éramos más que amigos, era mi novio, ese chico alto de tez color piñón, con ojos tan negros como la cúpula que es el cielo medianoche, con facciones tan masculinas que parecían de mármol. Para mi sus ojos brillaban cual galaxia pero ya no, eran tan oscuros cual cueva, sin una asomo de la calidez que tenían, la piel piñón era blanca cual nieve, pero poco a poco se veía cubierta por cortes, por sangre, ahora sus ojos cargados de odio.
Lo amaba, lo amo pero por desgracia...yo lo mate.

Entre la realidad y la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora