Capítulo 1; Yo recuerdo...

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Yo recuerdo, que la primera vez que la vi... no fue como pensé que sería, o como me habría gustado.

Pasó hace mucho tiempo, ni ella puede creer que ya pasó tanto. Y hasta ahora, ella sigue siendo igual de protectora.

Aquel día, fue en el bosque.

Estaba en una sangrienta batalla mortal contra nuestros enemigos de esa época, el clan de las Diosas.

Yo era el líder de la élite más sangrienta y temeraria de mi clan, los Demonios. Una raza impulsiva y oscura, a diferencia de nuestro rival.

Mi padre, era el Rey Demonio. Un Dios digno de su nombre y muy estricto, esperaba mucho de mi al igual que mis dos hermanos menores. Por ser el heredero al trono, tenía que ser fuerte y demostrar mi talento.

A pesar de lo estúpida que era esa Guerra Santa para mi, no podía hacer nada para detenerla hasta ascender al poder.

Y sin embargo, ese día fue el que me reveló la verdad de muchas cosas.

Ya habíamos eliminado a todos, nadie vivió para contarlo, pero su tímido rostro detrás de un árbol llamó mi atención, sobre todo sus hermosas alas com plumas blancas que brillaban entre la oscuridad del bosque.

Creí que era una de ellos, y los demás estaban muy distraídos como para hacer algo, así que rodando los ojos me dirigía a su dirección, pero ella al darse cuenta salió corriendo.

Por mucho que la siguiera no parecía agotarse, lo que más me extrañó fue que no usaba sus alas y eran bastante grandes. Hasta que en un punto la tomé del brazo bruscamente obligándole a mirarme.

Era de cabello blanco, parecía brillar, tenía puesto en este una especie de mini sombrero rojo adornado en los bordes con blanco. Usaba un listón rojo hecho un simple moño en su cuello y unos lindos guantes celestes en sus manos.

Lo que más era llamativo de su cara eran sus hermosos ojos verdes, más claros que los míos cuando no los consume mi marca.

Su rostro delicado me miraba sonrojada y asustada, que en ese momento me había quedado paralizado.

— J-juro que yo... no quise m-molestar... — susurró con un hilo de voz.

— Eres una de ellosme limité a decir. Y eso me sorprendió de mi mismo, pues no necesitaba darle explicaciones.

— Creo que no entiendo a que te refieres — Pareció memorizar un segundo.—. ¿Hablas... de las Diosas? — Movió su cabeza ligeramente y su cuerpo se relajó.

— Tengo que matarte — Otra vez, me sorprendí. Fruncí el ceño levemente, preparando mi espada.

— No soy una Diosa, niño. Soy un ángel — Ahora yo movía mi cabeza sin entender.—. Claro, supongo que no saben lo que es... — Musita, y sus ojos se cerraron un segundo.

¿Un ángel? Me preguntaba. Para mi, era una Diosa, sólo que con alas diferentes. Muy diferentes, y ciertamente... bonitas.

— Ángel o Diosa, te matarán por tener esas alas — dije fríamente, después de darme cuenta que me había quedado viéndola fijamente.

— ¿Tú lo harás? — Su pregunta me tomó desprevenido. No podía negar que ella era hermosa, y en ese momento no tenía esas intenciones, pero si bien me ordenaran que lo hiciera no tendría otra opción.—. Parece que no estás seguro — Me dedicó una sonrisa con simpatía, que me dejó paralizado.

En ese momento, Un ruido nos alertó.

—¡Vaya, vaya, miren esto! — Galand apareció de un salto frente a nosotros. Yo aún no le había soltado el brazo, y se nos quedó mirando unos cortos instantes.

Mi Ángel | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora