Capítulo 22; El comienzo del fin.

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Estarossa caminó lentamente, sin apuros, sin mirar a todos los demás mandamientos inconscientes, sólo a ella. A esa Diosa.

— Esto... es interesante — Se arrodilló a su altura.—. ¿Qué clase de diosa eres tú?

(Nombre) frunció el ceño cuando él tomó su barbilla para mirarla a la cara. Vio de reojo a Meliodas, el cual ya no podía ni pestañear con tanta facilidad, pero aún así, intentaba acercarse a ellos.

No dijo nada. El enojo en ella era tanta que se atrevió a verlo de nuevo y escupirle en la cara.

Ban levantó a su amigo después de quitarle las espadas del cuerpo. Urgentemente necesitaba un plan para ahora sacar a (Nombre) de aquí, pero al menos la mitad del objetivo lo tenía en el hombro.

— Una conexión extraordinaria. Nunca creí poder ver algo así entre una diosa y un demonio... — Sonrió de lado.—. Es impresionante, pero si es como lo creo, entonces si te mato a ti, él morirá también, ¿no es así?

(Nombre) limpió con el torso de su mano la sangre de su boca. Su cuerpo poco a poco se estaba recuperando, y al parecer el mandamiento no tenía idea de eso.

— Lamento romper tus ilusiones — Apretó los puños.—. Pero un demonio de clase baja no lograría matarme.

— ¿Demonio de clase baja? — Él soltó una carcajada.—. Admito que cada acción que haces me provoca muchas cosas. Empiezo a envidiar a mi hermano... ¿cómo será tenerte todos los días a mi completa disposición? — Acarició su mentón con el pulgar.

Meliodas estaba inconsciente, pero al igual que su ángel, se estaba recuperando, y en cualquier momento despertaría.

— Capitán... — Ban empezaba a sudar. No veía forma de llevarse a los dos con vida. Tendría que al menos dejar al rubio en un lugar seguro.

Miró a los lados, pero no había nada. Era un puto desierto en medio de la nada. Al menos tendría que correr 500km para llegar a, al menos, una roca donde Meliodas se recueste y se recupere.

Empezó a ponerse nervioso. No sabía qué hacer. Miró a (Nombre), como si esta pudiera darle un plan de forma telepática, y para su sorpresa, ella también lo miró.

Le sonrió de lado, a pesar de seguir un poco adolorida y con Estarossa en frente, fue una sonrisa confiada que pudo decirle a Ban que ella ya sabía qué hacer.

Y sólo quedaba confiar.

Asintió en su dirección, asegurando en su hombro a Meliodas.

(Nombre) volvió su atención a Estarossa.

— Descubriré quién eres, falso demonio — susurró para que solo él la escuche, y un segundo después un terremoto sacudió el lugar.—. ¡Ban, corre! — Clavó una daga de sus alas en un corazón del demonio, lo empujó y se liberó de su agarre.

Ban corrió en dirección a donde sabía que estaban los demás, pero pronto sintió que sus piernas no tacaban el suelo, el viento se volvió más pesado. Vio hacía abajo, notando que estaba como a diez metros de altura.

— ¿Cómo estás, Ban? — preguntó (Nombre) preocupada.

— ¡Y una mierda! ¡¿Podrías avisar la próxima?!

— Dudo que haya una próxima, pero lo siento — Sonrió apenada.

(Nombre) tenía sus manos bajo los hombros de Ban, era un poco difícil el vuelo por Meliodas que obstruía. El zorro lo notó, y lo acomodó ahora bajo su hombro.

— Él estará bien, ¿no es así? — Ban la miró de reojo.

— Sí, estará bien.

Pero, ella no estaba tan concentrada en eso. Meliodas probablemente esté inconsciente unos días, Luzbel podría llegar en cualquier momento, lo sabía por el cielo teñido de rojo.

Mi Ángel | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora