Capítulo 23; La responsable de todo.

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El mundo era un completo Caos. ¿Edificios? ¿Tecnología? ¿Contaminación? ¿Cómo pudo pasar tal cosa?

El mundo tan hermoso que recordaba estaba hecho añicos. Veía demonios y entes malvados por doquier, cuando antes estaba estrictamente prohibido que esta situación sucediera.

Por mucho que quisiera, todo aquel panorama no podía detenerlo. Tenía tantos problemas en frente, como los demonios llevándola lejos de su verdadero objetivo, que tenía que mantener su tristeza y frustración guardada.

Fue guiada por ambos hasta lo que parecía un pueblo abandonado. Lo poco que quedaba de lo que alguna vez fueron casas eran rodeadas de plantas y tierra. El lugar parecía rodeado de terror, podía sentir las emociones de las últimas personas que estuvieron aquí. Quizás eran los rastros de alguna guerra o algo así.

En medio de ello, había una puerta, desgastada y de madera, y al abrirla se podía ver el infierno en su mayor esplendor. Aquel lugar sí era como lo recordaba.

Uno de los demonios la empujó para que avance, cosa que hizo de mala gana.

Ah, maldición. Si tuviera su brazalete, podría llamar a Gabriel y, con suerte, él iría con unos ángeles más.

— ¡Quítense! — Se escuchó una voz a lo lejos. Luego pasos, suaves pero firmes, los reconocería en cualquier lado.— ¡(Nombre)!

— Lilith — respondió al tenerla en frente. La miró de arriba a abajo, sorprendida. Su apariencia era distinta a como la recordaba, su cabello antes largo ahora estaba corto, estaba maquillada, detalle que resaltaba su belleza como una de las primeras mujeres en la tierra, y había algo diferente en su forma de actuar. Su sonrisa hacia ella era igual, pero la actitud era más altanera e indiferente al mismo tiempo.

— Sabíamos que vendrías por ti misma — dijo, con un tono orgulloso. Puso ambas manos en los hombros de (Nombre).—. Bienvenida a casa.

"Tu casa." Pensó, apretando los labios.

— ¿Dónde está Rafael?

— ¡Oh, alto! Dejemos todo eso para después — Lilith chasqueó los dedos. Los demonios que la acompañaron desaparecieron, quedando ambas solas.—. Dime, ¿el hechizo fue efectivo?

— Sí, gracias — Miró todos los lados y caminó detrás de su amiga.—. ¿Qué haces aquí?

— Larga historia. Ya sabes, cuando pasas tanto tiempo en la tierra te aburres. Agh, si hubieras visto lo insufrible que eran los hombres en la época victoriana, también preferirías quedarte aquí.

(Nombre) movió la cabeza, confundida. No entendió a qué se refería, pero suponía que luego se enteraría.

— Sí tú lo dices...

— Dime, la última vez que nos vimos estabas en esa extraña celda. ¿Cómo terminaste ahí? — Se detuvieron frente a unas imponentes escaleras de algún metal oscuro que llevaba a un trono. El trono de Luzbel.

— Es una larga historia. Muchos caballeros y monstruos de por medio... — Rodó los ojos al recordarlo.

Ambas subieron las escaleras al lado de la otra.

— ¡Qué horror! Bueno, pero no sabes. Este mundo tuvo tantas guerras y golpes de estado, Diablo mío — se quejó.—. Aunque conocí mucha gente famosa que valía la pena, como Marilyn Monroe — Lilith se sentó en el gran trono y se cruzó de piernas, con una sonrisa melancólica.

— Ah, suena muy lindo, Lilith... — murmuró (Nombre), sin saber muy bien cómo reaccionar, además de no ponerle mucha atención por pensar en una forma de ver a su padre.

Mi Ángel | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora