Capítulo 10; Deja vú.

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Las horas pasaron, mi Ángel y yo esa mañana nos despertamos más temprano de lo usual, al punto en el que el sol apenas daba indicios de aparecer.

Desayunamos algo improvisado y comenzamos a hablar de los viejos tiempos. A decir verdad, hoy sentía que sería un buen día, lo cual fácilmente mi Ángel pudo notar, ya que desde siempre fui un libro abierto para ella.

— ¿Emocionado por pelear? — Sonreí mientras colocaba mis manos en mi nuca.

— Ya me hacía falta algo de acción — Me recosté en el techo de la taberna, donde veíamos el amanecer como pocas veces podíamos, y no era por estar ocupados, si no mas bien por la pereza de madrugar.

— Si quieres, podemos practicar — Parpadeo sorprendido.

— ¿Tú, quieres pelear? — Mi asombro era notable, ella asintió.—. A ver, a ver, a ver. Esto no pasa todos los días, ¿qué le pasó a mi Ángel?

— ¿Tan raro es que quiera algo de entrenamiento? — bromeó.

— No es eso — aseguré de la misma manera.—. Sólo que, nunca antes lo pediste, y menos a mi.

— No se vino la oportunidad.

— Bueno, pues hoy aprovechemos esta — Me levanté y bajamos al suelo.—. No me contendré — avisé estirando mi brazo y haciendo leves flexiones.

— No espero que lo hagas — Se puso en posición de pelea y en cuestión de segundos, comenzamos.

Por supuesto que ya habíamos peleado antes, pero como dije, ella nunca me lo pidió, siempre fui yo quién tomó esa iniciativa ya que solíamos entrenar en los años de la Guerra Santa.

Y pelear con mi Ángel, era exactamente como lo recordaba. Se podría decir que nuestras peleas eran bastante ruidosas y duraderas, ya que dejábamos salir todo nuestro poder sin miedo de lastimar al otro porque éramos muy cuidadosos en ese aspecto.

A veces ganaba ella, a veces ganaba yo. Era cuestión de suerte, no es que era por un paso en falso o si uno empezaba el ataque, todo era aleatorio.

Pero sin duda, no me esperaba que en algún momento ella dejara salir sus alas y se envolviera en estas para evitar un ataque.

Me detuve en ese instante.

— ¿Y eso? — pregunté, alzando una ceja.

— ¿Te molestó? — Intentó disculparse, pero antes de eso sonreí tratando de calmarla.

Aún después de todos estos años en donde piensa más por sí misma como me había prometido lograr que hiciera, conserva cierta inseguridad donde necesita mi opinión.

Pero confío en que seguiremos trabajando en eso.

— Nunca lo has hecho — comenté, viéndolas curioso.

— ¿Sabes? Creo que tendré que usarlas más seguido, así que necesito acostumbrarme a usarlas en defensa — Asentí complacido.

— Me parece una buena idea — Extendí mi mano por un segundo, pero rápidamente la alejé.

Sus alas son algo que nunca había tocado, apenas pude sentirlas en la Necrópolis, y al inicio de nuestros momentos juntos me llamaban la atención, pero sabía bien que las alas eran un punto muy sensible para las Diosas, por lo que asumí que para mi Ángel también.

No estoy seguro si ella está bien con eso o nunca lo entendió, pero para mi, fue una forma de darle privacidad, o cierto espacio personal, y es una barrera que no me atrevería romper si ella no me lo permite.

— ¿Quieres descansar? — pregunté desviándo la mirada.

— Ah, sí... — Fui a buscar agua y algo para comer, nos sentamos en el pasto, luego de una media hora volvimos a luchas y seguimos así, hasta que el sol ya casi estaba por aparecer por completo.

— Tengo una duda — dije luego de un rato en silencio. Estábamos sentados bebiendo un poco de agua.

— Mientras no sea una inapropiada la responderé — Reí para mis adentros.

— Una vez, en una batalla contra las Diosas, creo haberte visto lanzando cuchillos, pero no usas armas — Ladeó la cabeza, confunsa.

— ¿Por qué me lo preguntas ahora?

— Lo hubieras tomado como una orden el responder. Además, no podíamos hablar tan libremente como ahora. Nadie podía verte excepto yo — Intenté reprimir mi ego en mis palabras.

Esos tiempos eran buenos y a la vez malos, ya que, mi lado egoísta me hace pensar que, a veces extraño esa dependencia hacía mi persona, donde a pesar del poco tiempo libre todo lo hacíamos juntos, pero ahora ella puede fácilmente "vivir" sin mi, en el sentido de que ya no es como antes, y me alegro, en serio, pero a veces me gustaría... Volver a los momentos donde éramos ella y yo, porque desde que la ve el resto del mundo ha hablado con más personas y hecho cosas también.

Extraño hacer todo juntos, pero eso no está bien, y lo sé, no me perdonaría si ella volviera a creer que es una... No importa.

Salí de mis pensamientos cuando sentí el roce de sus plumas en mi brazo. Sin quererlo me sonrojé levemente, algo casi imperceptible y esperaba que ella no lo haya visto.

— Mira — Lo hice, mi vista fue a sus alas, donde yacían sus plumas de apariencia suave y finas, más blancas que la propia nieve.

En un segundo ella sacudió leve sus hombros y la punta de ellas se volvieron cuchillas de hierro resistente, lo que hizo que mis ojos brillen de emoción y sorpresa.

— Sigues sorprendiéndome, mi Ángel — Rió levemente, e hizo que esta se extendiera hacia mi, lo que me hizo poner algo nervioso, pero sé disimularlo.

— Seguro hablas de esto, es una defensa y es lo único que podría matarme, todos los Ángeles como yo las tenemos — La observé curioso ante lo último.

— ¿Hay más tipos de Ángeles?

— ¡Claro! Pero es algo aburrido, no creo que te interese — Guardó sus alas, y nos quedamos en silencio.

El sol finalmente había salido, muy probablemente los demás despierten pronto.

Hice un diminuto puchero al pensar en eso.

— ¿Qué pasa, Meliodas? — Apoyé mi cabeza en su hombro, en respuesta me acarició el cabello.

Sentí este momento muy familiar, como un deja vú, lo que me hizo fruncir el ceño.

— ¿No sientes que ya pasamos por esto? —Sentí su cuerpo tensarse.

La miré a los ojos con mi mejilla pegada en su hombro, y ella bajó un poco la mirada para verme mejor.

Rápidamente me di cuenta de nuestra cercanía, quizá más de lo que hemos estado, e inevitablemente, mis ojos apreciaron sus labios.

Me encantaría besarla, quiero besarla, ¿Sería correcto hacerlo ahora?

Ella no hablaba, quiero creer que estaba igual de sumergida que yo en el mismo deseo, porque se acercó aún más, hasta sentir su aliento mezclado con el mío.

Cerré mis ojos, creyendo que pasaría lo que llevo mucho tiempo esperando, pero...

— Capitán~ ¿qué es todo ese- Oh... — Ambos volteamos a la vez, logrando ver a Ban. Nos miró fijamente, dándose cuenta de lo que estaba por pasar.

Lo fulminé con la mirada.

— Estúpido zorro, ¿no ves que estamos en un momento romántico? — Me crucé de brazos demostrando mi enojo.

— ¡¿Y yo como iba a saber?! — gritó más molesto, comenzando así una pelea, mientras (Nombre) reía al vernos pelear como dos niños.

Mi Ángel | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora