Capítulo 21; Sospechas...

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Al día siguiente, llegaron al festival que, sospechaban, era de un mandamiento.

Lo primero que había que hacer era pasar el inmenso laberinto, y llegar a donde sea que lleve.

Pero, para su sorpresa, apenas entraron cayeron en agujeros y todos terminaron separándose.

— Esto será más difícil de lo que creí — Arthur rió por las palabras del rubio.

— Tal parece, sir Meliodas — Acarició al extraño gatito en su cabeza.

— ¿Crees que los demás estén bien? — preguntó (Nombre), estaba preocupada por Elizabeth, ya que ella era la menos fuerte, los demás estarían bien con sus habilidades.

— Claro que sí, son fuertes — dijo Meliodas con seriedad. En el fondo, él también estaba preocupado.

Tras pasar el tiempo, (Nombre) miraba de reojo a Meliodas hablar con Arthur.

Le quedaba poco tiempo, y no dejaba de pensar en su familia que había dejado atrás.

Tal vez, los volvería a ver, aunque sea por una hora o un segundo, tenía tantas cosas que decirles a los demonios del infierno, a los ángeles del Paraíso, a Lilith, a su padre, a Lucifer.

Negó con su cabeza ante este último.

Palabras había gastado ya. Y no volvería a tratar de arreglar las cosas con un discurso emotivo con lagrimitas y un adiós.

Debió ser clara desde el principio.

Miró su mano derecha, y se dio cuenta que en la palma de esta había una especie de tatuaje de una paloma. Su prueba de que era el Octavo Pecado Capital.

Respiró profundo antes de extender su mano.

Todos se reunieron con los demás, mientras el mandamiento Gloxinia explicaba las reglas y Drole creaba los campos de batalla.

King, Elaine, Diane y otra mujer gigante se habían dado cuenta de quiénes eran ambos enemigos.

El primer rey Hada y primer gigante.

— Y ahora, dividiremos los equipos — Anunciaron los mandamientos.

Con unos movimientos de Drole, rocas se elevaron creando equipos aleatoreamente.

Meliodas con Ban, Diane con King, Elizabeth con Elaine, etc.

Pero ella estaba sola.

Meliodas al darse cuenta que su mejor amiga y ángel participarían se puso nervioso.

— ¡Gloxinia, Elizabeth y (Nombre) no forman parte de esto! — gritó enfurecido.

— Hum, me equivoqué, que pena. Tenía mucha curiosidad sobre ti, diosa extraña — Frente a ella se formó una escalera de rocas que se dirigía a ellos tres.

— ¿Qué? — murmuraron los pecados.

— Ya que tu amigo no quiere que participes, te quedarás con nosotros. Pero la princesa desde que entró a este laberinto se consideró una participante — Meliodas apretó su mandíbula.

— ¡(Nombre), no vayas por favor! ¡Ellos...!

— Tranquila Elizabeth, no me harán nada — El rubio no estaba seguro de nada por sus palabras.

— ¡(Nombre)! —Él intentó alcanzarla, pero ramas se extendieron y no le permitieron el paso.

— Tercera regla — Gloxinia rió.—.  No está permitido abandonar la pelea.

La ángel caminó hacia ellos hasta quedar a un lado. Desde allí observó todo en silencio hasta que las peleas iniciaron.

— ¿Por qué me trajeron aquí?

Mi Ángel | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora