Capítulo I

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Siempre tuve una vida complicada debido a mi "popularidad" con la sociedad. Nunca me ha gustado fingir ser algo que no soy para agradarle a los demás y eso me ha llevado a mi situación actual.

Digamos que mi clase me odia, ¿la razón? me encantaría saberla. Desde mi punto de vista soy la persona más normal e insignificante del mundo. Tengo un flequillo que va conmigo desde primaria, el pelo largo y negro como el carbón, los ojos miel claro u oscuro dependiendo de la luz que haya ese día, una estatura media por no decir baja, complexión delgada y complejo de Casper, para los demás no existo.

La única persona en la que confío, sin incluir mi familia, es en Moli. Es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, la única diferencia, es que ella siempre ha sido popular entre la jauría de lobos que hay en el instituto y yo... no. Es comprensible ya que es increíblemente guapa y talentosa. Es buena en los deportes, no se le dan mal los estudios y sus padres están forrados.

Siempre, durante todos mis años de amistad con Moli, me he preguntado ¿Cómo alguien como ella puede ser mi amiga? Y no soy la única que se lo pregunta, todos lo hacen cada día ¿Por qué andas con esa?; ¿Acaso intentas tener un acto de caridad? para eso adopta un perro; ¿Te hace los trabajos?, etc. Lo único que responde es: la conozco desde hace muchos años y me cae muy bien, así que dejad el tema.

Yo, por mi parte, para no afectar a su reputación y vida social, intento alejarme lo más que pueda de ella en el instituto y fingir que soy feliz con mi soledad. Bueno... la verdad es que no finjo del todo porque me gusta estar sola, pero en ocasiones me encantaría saber lo que es ser aceptada por los demás y que no te traten como si fueras el cubo de basura al final de la clase.

En fin, mi vida es estupenda y llena de alegrías, pero hay algo que tengo muy claro ¡jamás de los jamases! dejaré de sonreír por culpa de terceros que no me conocen y que nunca se han tomado la molestia de hacerlo.

Lo único que conseguiría quebrantar mi determinación, sería que las personas en las que más confío como mis padres, Moli o mi amada Zafiro (mi gata) me traicionaran ... pero como sé que eso no pasará o por lo menos lo espero, me importa un bledo lo que digan los demás.
A mis casi diecisiete años no me como el coco por tonterías como relaciones amorosas, o si llevo el pelo perfecto para ir a una clase llena de superficiales o si estoy gorda y no quiero comer una hamburguesa por las calorías... ¿en serio? ¿Los adolescentes de ahora solo pensamos en eso?
Me alegro cuando me llaman rara, porque así no me meten en el mismo saco que a esos idiotas.

Siempre me han dicho que soy demasiado madura para mi edad, pero si madura significa no babear por el primer lerdo que me guiñe un ojo, no hablar de cómo tengo el maquillaje en medio de clase de filosofía o no preocuparme por el aspecto que tengo cuando pongo un pie en la calle, entonces ¡sí! soy la persona más madura del universo.

Bueno, dejando de lado lo maravillosa que es mi vida, mañana tengo un examen de matemáticas y quedé con Moli para repasar. Mi padre prometió que me llevaría a su casa, ya que le pilla cerca de la oficina y lógicamente no puse ninguna objeción a ello.

-¿Estás lista Kiara?- dijo mi padre desde el piso de abajo-.

-¡Sí, en seguida bajo!

Bajé las escaleras rápidamente y cogí mi mochila que estaba tirada en el sofá del salón.

-¡Siempre dejas tus cosas tiradas por ahí, sabes que no...!

-¡Sí mamá, ya sé que no eres la sirvienta de nadie!- grité desde el salón-.

Se acercó a mí desde la cocina y me miró con cara de pocos amigos.

-Si ya sabes que no soy la sirvienta de nadie, ¿Por qué no haces lo que te digo?

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