Capítulo III

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Estaba tan furiosa, no solo por Patrick y el chico del pitbull, sino ¡por todo!. Estaba realmente harta porque nada salía como yo quería y empezaba a pensar que los idiotas de mi clase, tenían razón al decir que era poca cosa y que no llegaría a nada. Siempre me preguntaba lo mismo una y otra vez.

-¡¿Por qué no morí aquel día?!- dije dando un portazo al entrar en casa-.

Dejé mis cosas tiradas en la entrada y subí corriendo las escaleras para darme una larga ducha y tranquilizarme.

-¡Estoy cansada de lo mismo, ya no sé qué hacer!- me tiré en la cama al lado de Zafiro- Ayúdame a pensar con claridad.

Acaricié la cabeza de Zafiro y la miré a los ojos, esos ojos azules increíblemente hermosos; por ello tiene ese nombre que encaja perfectamente con ella.

-Voy a darme un baño de espuma largo y relajante a ver si se me pasa la tontería- me levanté para quitarme la ropa y meterme al baño-.

Y así fue, casi me vuelvo una uva pasa allí dentro de tanto meditar. La verdad es que solo tenía que aguantar dos años más para irme de esta ciudad y dejar todo atrás, aunque he de reconocer que me costará abandonar a mis padres y a Moli, pero tengo que desintoxicarme de la gente a mí alrededor.

Mis padres estaban fuera como siempre. Mi madre trabaja como chef en un restaurante de la ciudad y suele tener el horario de noche, por lo que siempre nos deja la cena hecha a mi padre y a mí. Respecto a mi padre, él trabaja en una oficina de publicidad y suele tener un horario muy loco. Puede estar sin ir durante días ya que puede hacerlo en casa o, no se le ve el pelo hasta las tantas de la madrugada.

Después de ponerme algo cómodo, bajé al salón y encendí la tele. Me tiré en el sofá y en ese momento sentí un dolor punzante en mi brazo que me hizo levantarme de inmediato.

-¡Dios!- me quejé-.

Me acerqué hasta el espejo para ver de qué se trataba.

-Oh oh…

En ambos brazos tenía una marca enorme de una mano que era perfectamente visible, pero lo peor de todo era el color amoratado que tenía y el dolor que sentía.

-¡¿Y ahora qué hago?!

Como era de esperar, mi padre llegó en el momento más oportuno. Lo único que pude hacer fue salir corriendo hacia mi habitación y ponerme un jersey que cubriese la evidencia.

-¿Kiara?- preguntó mi padre abriendo la puerta-.

-Hola papá, ¿Qué tal el día?- hablé sentándome en la cama-.

-Bien, aunque tengo que volver en un rato.

-Vaya, que mala suerte.

-Dímelo a mí…, por cierto ¿Cómo fue el examen?

-Muy bien, era más fácil de lo que pensaba- disimula Kiara, que no se note que te duele-.

-Me alegro mucho, ya sabes que estoy muy orgulloso de ti.

-Lo sé- sonreí-.

-Voy a pillar algo de la nevera y me iré ¿estarás bien?

-Claro papá, ya tengo diecisiete años- dije indignada-.

-Casi diecisiete, aún falta un mes.

-No me lo recuerdes…

-Jajaja luego nos vemos.

-Ok suerte.

Mi padre bajó para comer algo y se marchó a los pocos minutos. Yo bajé para coger hielo y ponerme un poco en los brazos.

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