Capítulo 1

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Ella, una chica alta, pelirroja, con rasgos americanos y unos ojos azules profundos y hermosos. ¿A qué se dedica? Ha estado media vida metida en el ejército, si quitamos el media y ponemos un "toda la dichosa vida en el ejército" la respuesta es fácil, su padre ha sido un alto cargo en el ejército desde antes de su nacimiento. Su madre murió en una misión secreta de la que nunca ha conseguido obtener información y creció en una de las bases navales oficiales de Hawaii. En realidad si le preguntas lo que piensa sobre el ejército solo hablará maravillas de él, lo adora y es algo que no puede ocultar, al igual que adora a todos los compañeros de su padre y a todos los rebeldes de las tropas de su padre, siempre ha estado metida entre ellos y ha hecho muchos contactos dentro del ejército es un importante pilar para las tropas a las que es cercana.

Con forme ha ido creciendo ha estado indagando más y más en la misión de su madre, esa investigación le ha llevado a un nombre "Steve Mcgarrett" una de las personas que protege el estado Hawaiiano – ¿Solo él puede responder a la pregunta, Jo? – preguntó una última vez antes de coger un avión de camino a Hawaii. El militar asintió con los brazos cruzados clavando su azul mirada en los morenos ojos de la pelirroja. Suspiró y se embarcó en un largo viaje de camino a ese pequeño estado, a ese paraíso. ¿Qué haría mientras estaba en Hawaii? Trabajaría para el ejército en la base naval, los ordenadores eran su punto fuerte, ayudaría en todo lo que pudiera, aunque a ella le gusta mucho más estar en el campo de tiro, estar en misiones, pero de la última salió malparada y su padre la mandó un tiempo de retiro, de ahí a que quiera averiguar más sobre la muerte de su madre.

Se sentó en el asiento y esperó a que el tiempo pasara. – Las horas no se acaban, ¿cuándo va a llegar este dichoso avión? – preguntó malhumorada dando toquecitos en el reposabrazos del avión, su acompañante la fulminó con la mirada y ella levantó ambas manos – Perdón – musitó rodando los ojos subiendo lo que cubría la ventana y observando cómo se empezaban a ver las pequeñas islas. Una sonrisa se dibujó en sus labios y esperó a aterrizar. La registraron a pesar de ir con su uniforme y caminó por las calles de Hawaii y como era de esperar se perdió – Diablos, ¿dónde estoy? – preguntó alzando las cejas con cierto cabreo. Miró a su alrededor y no encontró a nadie que pudiera ayudarla, cruzando un paso de peatones se topó con un tipo de altura media vestido de negro y con una capucha puesta. Lo que Samantha, nuestra pelirroja, no llegó a ver fue que tenía una pistola en las manos. Todo pasó realmente rápido y se vio con un brazo alrededor de su cuello y una pistola en la cabeza, el brazo que le rodeaba el cuello empezaba a ahogarla lentamente, le dificultaba la respiración a una asmática, muy inteligente desde luego. – O me dais lo que quiero o me la cargo – gritó a la persona que se encontraba justo delante de ella, eran cuatro personas, tres hombres de mediana edad y una chica de su edad más o menos - ¿Qué me vas a hacer qué? – preguntó de mala leche, difícilmente consiguió hablar con claridad pero se entendieron sus palabras – Oye pelirroja es mejor que mantengas la boca cerrada – le espetó el hombre dándole con la pistola en la cabeza, un pequeño toquecito.

Todo a su alrededor se había parado, sentía que el suelo le daba vueltas y el cabreo iba y venía por sus venas – Vale, vale, bajamos las armas, suéltala – decía el hombre que respondía al nombre de Steve Mcgarrett ordenando a su equipo que bajaran las armas. Ahí fue cuando Samantha le atestó un codazo a su atacante y le hizo una preciosa llave dejándolo en el suelo en menos de cinco segundos el problema llegó cuando en esa llave el atacante dejó que una bala saliera de la pistola a parar en su abdomen, lo cual hizo que cayera al suelo, ¿perder el conocimiento? Para nada, llevó las manos a la herida y presionó con fuerza, parecía que el equipo de Mcgarrett estaba arrestando a la persona en cuestión y la chica se arrodilló al lado de Samantha para presionar la herida – Tranquila – trató de tranquilizar a la pelirroja, la cual trataba de respirar –Kono llama una ambulancia – dijo uno de los hombres que había. Steve se encontraba al lado de la chica presionando la herida y mirándola a los ojos -¿Eres del ejército? – preguntó para que se distrajera y se mantuviera despierta, la chica soltó una carcajada – No, en realidad he robado el uniforme y pretendo dispararos a todos, soy su cómplice – añadió divertida mordiéndose el labio inferior – Que bien me cae esta chica – comentó alguien que ella no lograba ver. Notaba como se le iba nublando la vista poco a poco. Quería dormir.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora