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Steve suspiró estaba entrando en un ataque de nervios y lo sabía, conocía bastante bien a la pelirroja para saber que en pocos segundos estaría tratando de respirar a toda costa y lo peor de aquello era que no sabía dónde diablos tenía el dichoso inhalador –Samantha, trata de relajarte, la inspección saldrá bien, tranquila, no va a haber ningún problema, va a salir a la perfección, respira –dijo incorporándose para buscar el inhalador por la habitación -¿Dónde tienes el inhalador? ¿Eh? – preguntó mirando a la chica y ella negó – Tenía que ir a comprar más, pero necesitaba la receta del médico para ver si ha empeorado no tengo ninguno Steve –murmuró tratando de coger aire, aunque no era capaz –Mierda Samantha –murmuró cogiendo su teléfono móvil para llamar a una ambulancia, salió del lugar.

Al cabo de unos quince minutos Samantha estaba en el interior de la ambulancia con una mascarilla de oxígeno y ya de paso le estaban curando el golpe en la cabeza, asegurándose de que estuviera todo bien. Samantha suspiraba una y otra vez mientras recuperaba la respiración –Samantha, no es la primera vez que te pasa algo así, tienes que tener siempre un inhalador de sobra –le dijo el ATS, Samantha rodó los ojos –Tengo muchas cosas en la cabeza, se me pasó... -murmuró saliendo de la ambulancia y entrando en casa. Sus sobrinos la miraron preocupados –Tranquilos, estoy bien –murmuró al entrar, buscó algo de dinero en su bolso –Tomad, podéis ir a comer al restaurante que os gusta de la esquina –murmuró con una media sonrisa, los niños salieron casi corriendo hacia el lugar, al menos el pequeño.

Samantha cerró la puerta cuando se fueron y suspiró -¿Steve? Ya tengo la receta, además de que he pedido tres o cuatro más para que no vuelva a pasar–dijo mientras caminaba hacia su habitación, ahí estaba Steve sentado en la cama sentado con la cabeza apoyada entre sus manos. Samantha suspiró –Venga, lo siento, sé que debería estar en mis cosas de salud antes que en lo demás... -dijo sentándose en el borde de la cama a su lado –No, Samantha joder, siempre tienes que tener la cabeza en otras cosas menos en ti, tienes que aprender a pensar en ti... -murmuró mirándola unos segundos a los ojos –Ya... Ya sabes como soy Steve, voy a preocuparme más por ti que por mí, joder cuando Callen me encontró desangrándome lo primero que le pregunté era que si la sangre era de él... -murmuró con un suspiro, Steve tensó la mandíbula –Callen... Hablemos de esos besos que os disteis en Los Ángeles –murmuró con cierta diversión, Samantha soltó una carcajada –Solo pensaba en ti Steve –soltó una carcajada mientras negaba –Estábamos en una misión Steve, Kensi me dijo que fuera lo más natural posible, como si no hubiera nadie delante y así es como te beso a ti cuando no hay nadie delante, ¿verdad? –preguntó dejando un beso en su mejilla. Steve rodó los ojos.

-¿Cómo llevas el brazo? –preguntó tumbándose en la cama, Steve suspiró y se encogió de hombros –Bueno, la rehabilitación es un tanto aburrida pero... Me quedan unas dos semanas para acabarla –murmuró con una media sonrisa, Samantha dejó un beso en sus labios y él rodeó su cintura colocándola encima de él, Samantha estaba sentada a horcajadas de Steve cuando su teléfono empezó a sonar, Samantha dejó escapar un bufido –Ese maldito teléfono –musitó antes de estirarse para cogerlo –Keirthman –murmuró y luego asintió un par de veces- En diez minutos estoy allí –musitó notando como Steve estaba dejando besos en su cuello –Bueno, dame quince o... Pásate a por mí a mi casa –musitó con una sonrisa colgó el teléfono y notó como su sujetador había desaparecido –Danny va a llegar en quince minutos Steve –musitó tratando de arrebatarle su prenda superior -¿Quince minutos? Puedo hacer maravillas –musitó riendo tumbándose sobre la cama y poniéndola encima –Ya, maravillas –dijo mientras reía dispuesta a besar sus labios. Tras los quince minutos que Danny había previsto el timbre sonó –Mierda –murmuró Samantha dejando escapar un gemido con las embestidas de Steve –Danny un segundo –gritó Steve mientras aumentaba el ritmo besando el cuello de Samantha y luego sus labios para que no se escucharan sus gemidos –Joder –fue lo único que salió de los labios de Steve, Samantha sonrió y dejó un beso en sus labios mientras se cambiaba de ropa, o más bien se la ponía, Danny se impacientaba en la puerta –Ya salgo Danny, ya salgo –dijo cogiendo su placa y su pistola mientras se iba –Quédate con los niños y termina de colocar los platos por favor, o díselo a los peques –murmuró saliendo a toda prisa de casa.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora