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Diciembre-Hawaii

Steve se encontraba en el supermercado con Grace y Danny, en búsqueda de los ingredientes necesarios para la cena de Navidad que harían en casa de Danny, irían todos, Chin, Kono, Kamekona, Steve, Grover y por supuesto la invitada de oro, Amber. Esa chica se había metido en la familia de lleno había conseguido ganarse el corazoncito de todos los miembros del 5.0, se pasaba horas y horas hablando tranquilamente con Kono y hasta había estado buscando alguna pareja para Steve, aunque siempre se acababa negando.

Steve se dio de lleno contra una chica -¡Perdona! No estaba mirando, ¿te encuentras bien? –preguntó con una media sonrisa en los labios, la chica asintió y compartieron algunas palabras que acabaron en Steve apuntando su teléfono móvil -¿Qué pasa socio? ¿Reconsiderando la idea de conocer a chicas? –preguntó Danny dejando unas cuantas cosas en el carro, Steve lo fulminó con la mirada -¿Por qué querría conocer a nadie? Te recuerdo que Samantha y yo seguimos juntos –murmuró comenzando a caminar delante de Danny, Grace se había quedado leyendo revistas en la zona de éstas últimas. –Vamos, lleva seis meses en una misión, hace meses que no habláis –se quejó Danny, Steve suspiró –No hemos roto, no lo hemos hecho, ¿vale? Está en una misión no jugando a las casitas en Nigeria, ¿vale? –dijo de nuevo mirándole a los ojos –Yo solo quiero que seas feliz socio – espetó alzando las manos en son de paz –Pues no ayudas – se quejó Steve sacando la cartera para abonar el precio de la compra e ir con las bolsas hasta el coche mientras Danny iba a por la pequeña.

Una vez en el coche se sentó en el asiento del copiloto, sí, en el del copiloto, y sacó su teléfono móvil observando las pocas fotos que había conseguido hacerle a Samantha, era anti-fotos total y no conseguía que estuviera quieta ante la cámara. Recordar eso provocó que esbozara una media sonrisa y guardara el móvil al ver a Danny, solo que Grace consiguió arrebatárselo de las manos -¡Ala que guapa sale! –exclamó sonriente, Danny observó la foto, él la echaba mucho de menos, eso se pudo percibir en la sonrisa triste que esbozó –Sí, es muy guapa, ¿verdad? –preguntó su padre mirando a Steve de reojo, éste se encogió de hombros y le incitó a que empezara a conducir.

Diciembre-Nigeria

Samantha estaba practicando en el campo de tiro cuando alguien la sorprendió por detrás -¡Joder George, me has asustado! –exclamó quitándose las gafas de sol, George se sentó a su lado -¿Sabes que quedan unas semanas para Navidad? –preguntó éste mirándola a los ojos, Samantha se mordió el labio inferior con poca fuerza -¿Ya es Navidad? –murmuró sentándose en la arena, estaba tumbada para tener un mejor pulso, se colocó el uniforme y soltó un gran suspiro –Eso parece... ¿Has conseguido saber alguna novedad? ¿Cuánto nos queda aquí? Llevamos dos meses sin movernos de la base, podría estar con mi novia en Seattle... -espetó con un suspiro –Y yo con Steve... -en un principio Samantha pensó que no estaban juntos aún, pero alguna parte de su corazón todavía le gritaba eso.

Desapareció del campo de tiro y trató de hablar con Steve, recibiendo la voz del contestador –Vaya, es la primera vez que hablo con este contestador, me he enterado de que la Navidad se acerca y sé que nunca escuchas estos mensajes pero... Te echo de menos, mucho y... Espero que tengas una feliz navidad... Soy Samantha –acabó por decir llevando una mano a la cabeza –No sé porque he dicho mi nombre, supongo que sigo tan idiota como siempre, no sé si lo nuestro sigue en pie o no pero... Te quiero –añadió en voz muy baja colgando el teléfono acto seguido. Lo guardó en su bolsillo trasero y fue directa a hablar con Mckonny, la charla fue de todo menos inútil –Coronel, el equipo Delta quiere movimiento, no podemos estar más tiempo aquí sin hacer nada, señor – dijo nada más entrar, Mckonny la miró con una sonrisa –Vaya, la Teniente Keirthman quiere movimiento, llevamos meses en busca de la banda que cogió a la familia norteamericana, si tiene usted las narices para encontrarla y un plan de ataque para rescatarles sin darles dinero, porque sería contribuir con el terrorismo, somos todo oídos –espetó Mckonny cruzándose de brazos. Samantha sonrió –Está bien coronel, deme usted unos días –dijo con una sonrisa saliendo del lugar.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora