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 –Steve no has parado de disculparte desde que he llegado, no hace falta de verdad, me enfadé porque no me lo dijiste, no quiero una boda, solo me dolió que conmigo no quieras pasar toda la vida –se encogió de hombros y comenzó a empujar la silla saliendo de allí –Por cierto, los niños ya se han ido a Los Ángeles y he pensado en que quizás quieras volver a tu casa... Es decir, estamos al lado de la playa y... Te criaste allí, ¿no quieres que tu hijo crezca allí? –preguntó empujando la silla de ruedas, Steve sujetaba al pequeño John y miraba a su alrededor –Sí que quiero pasar el resto de mi vida conmigo y... Me encantaría que pudiésemos volver a mi casa, pero solo si tú te quieres desprender de vivir en la antigua casa de tu padre –murmuró mirándola de reojo, Samantha asintió –La casa de mi padre se me está cayendo encima desde que vivo ahí sola con el niño, sin ti y sin mis dos sobrinos está demasiado vacía, demasiado... Silencio, además tu casa está al lado de la playa y eso es un plus- asintió con diversión.

Al llegar al coche Steve estaba dispuesto a conducir –Steven Mcgarrett sienta tu precioso culo en el asiento del copiloto o te quedas en el hospital hasta que tu pierna esté bien –Samantha estaba cabreada y Steve acabó por asentir y se sentó, a regañadientes, en el asiento del copiloto, Samantha se aseguró de que John estuviese bien agarrado y condujo en dirección a casa –Sigo pensando que conduces mal –se quejó Steve –Anda, que pena, yo pienso que me da igual que no te guste mi manera de conducir, cielo te han disparado en la pierna, tienes un hijo, deberías empezar a poner cuidado en el trabajo –murmuró en un semáforo mirando a su pareja a los ojos, él abrió la boca para quejarse –Aplícate el cuento, bonita casi se mure en mis brazos tres veces –se quejó finalmente –Pero desde que está él no me ha pasado nada grave –se defendió ella mientras reía –Que cara más dura tienes... -dijo Steve mientras se reía con ella.

Cuando llegaron a casa Samantha consiguió que Steve se quedase quieto un rato, se quedó viendo dibujos con John, ella se dedicó a prepararle algo de cena y a hacer cosas en la casa –Oye Steve, cuando tengas bien la pierna vas a tener que hacer muchas tareas de casa y yo voy a vaguear, te voy avisando –dijo cuándo habían acabado de cenar -¿Quieres ver una película? –preguntó mientras observaba como Samantha terminaba de fregar, ella asintió –Pero que no sea de dibujos animados para un día que el niño se duerme no necesito ver una película en la que solo cantan, por favor –pidió mientras sonreía. Cuando acabó de fregar los platos Steve estaba en el sofá esperándola con un DVD puesto en el ordenador que se proyectaba en la televisión, Samantha colocó el intercomunicador en la mesa y miró la carátula -¿Una de Jackie Chan? Casi que prefería una de dibujos... -se quejó ella sentándose en el sofá, Steve rodó los ojos y le dio al play.

Steve atrajo el cuerpo de Samantha hacia el suyo mientras veían la película, al final Samantha se había enganchado a la absurda película. Steve acariciaba su brazo con suavidad y Samantha se estaba quedando totalmente dormida lentamente, estaba muy relajada y se sentía bien con Steve a su lado –Samantha si te vas a dormir vete a al cama- susurró Steve en su oído y ella se removió con molestia –Si no tengo sueño –dijo con voz de dormida –Si te duermes yo no podré llevarte –advirtió Steve con diversión y Samantha se espabiló –Ni que me hubieses llevado tantas veces a la cama por estar dormida... -se quejó la pelirroja enfurruñada –No, solo cada vez que nos tumbamos en el sofá –negó él mientras la acercaba más a él –Ah, perdona, es que nunca hacemos nada más interesante en el sofá que dormir –añadió ella alzando una ceja mirándole a los ojos -¿Y qué se te ocurre que podamos hacer ahora que John duerme? –preguntó Steve muy cerca de sus labios -¿A tu pierna le sentará bien algo de ejercicio que hace mucho que no tenemos? –preguntó acabando con la distancia que había entre ellos juntando sus labios con los suyos.

Steve colocó sus manos en las caderas de Samantha para sentarla encima de él y continuar con los besos mientras se deshacía de su camiseta y de su sujetador –Vaya, hacía mucho que no tenía esta gloriosa vista –susurró Steve mordiendo su oreja. Samantha desabrochó el botón de los pantalones de Steve y dejó que el movimiento de los dos cuerpos al besarse despertase a ese pequeño Steve que necesitaba dentro de ella. Sus intimidades se encontraron y Samantha comenzó a mover las caderas a un buen ritmo mientras besaba sus labios con intensidad y pasión. Al poco de llegar Samantha al orgasmo llegó Steve y ella se dejó caer sobre su hombro con la respiración agitada.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora