La familia

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Estábamos corriendo por las dunas de arena de vuelta a casa, lobos y vampiros en perfecta sincronía atravesando el desierto y dejando atrás los hirvientes trozos de un vuelo que salió mal.

Fue un atentado y lo sabía, pero el rostro de Benjamin y Tia cuando se los dije me hizo cerrar la boca. Ya ajustaríamos cuentas más tarde, ya hablaríamos sobre avionetas que caen del cielo a mitad del desierto cuando estuviéramos solos los tres porque de hacerlo aquí mi temperamento explotaría y no podría contener las garras ni los colmillos.

—Estamos lejos todavía, a este ritmo nos llevara toda la tarde y la noche—Tia estaba diciendo, mis patas se hundieron en la arena suave de nuevo dándole la razón. No estábamos diseñados para desierto abierto y arena caliente por eso Leah viajaba en la espalda de Tia y Seth en la de Asim.

—Si Jacob me dejara cargarlo—Le mostré los colmillos a Benjamin inmediatamente dándole mi opinión al vampiro. No podía permitir que hiciera el trabajo por mí, no por alguna cosa Alfa que tuviera que demostrar sino porque necesitaba dejar salir toda mi ira.

Nos habían tendido una trampa, maldición.

—Está bien Jacob, cuidamos de ti y tu familia. Estaremos bien—Tia estaba intentando aplacarme, mis ojos se movieron hacia ella y por un momento no la reconocí.

No supe si fue el sol o la furia tan cruel que anidaba en mi estomago lo que hacía que todo fuera borroso en los bordes y latiera como si estuviera vivo, pero dolía y en mi camino con la arena caliente en mis patas ellos no parecían nada que yo hubiera visto antes.

Recordaba una época en la que vivir de mentiras era divertido. Era un niño y tendría unos seis años cuando papá me levanto por los aires e hicimos el juego del avión juntos, mis hermanas riéndose al fondo. Rebecca sentada en las piernas de mamá tarareando mientras era peinada con una bonita trenza, Rachel girando en el jardín con un bonito vestido amarillo de volantes riéndose como una princesa. Se sentía como si esos días fueran eternos y yo pudiera navegar por el cielo solo con las manos de papá sujetándome arriba y en la distancia correcta para sentir como si planeara y montara el viento hacía una aventura.

Ahora el cielo detrás de Tia parecía gris y la mentira parecía cruel viniendo de ella.

—Estaremos bien Jacob, estaremos bien—Había sido la promesa de Rebecca dos meses después de que nos dijeran que papá no volvería a caminar y mamá no volvería jamás. Por un tiempo esa mentira, esa promesa se sintió real, pero diez meses después ella se fue y pocos años más tardes Rachel siguió su ejemplo.

—Si se adelantan puedo quedarme al paso de Jacob—Benjamín estaba diciendo, su piel brillaba escandalosamente y yo estaba nadando entre el pasado y el presente sin querer enfocarme en el sonido que había hecho el brazo de Tia cuando me protegió a mí y a Leah de los vidrios volando—Vayan, estaremos bien—Odiaba esas palabras, odiaba que alguna vez yo las usaba para calmarme a mí mismo o a otros, odiaba que en ese momento fueran amargas y me hicieran sentir a la defensiva.

Después de la promesa rota de Rebecca la familia dejo de sentirse como cuatro personas a sentirse como una y media. Y tuve que crecer para dejar de soñar, hacerme responsable y madurar lo necesario para que papá pudiera preocuparse por él y no por mí. Llorar por las noches fue una etapa que no había durado demasiado porque no me di la oportunidad de quedarme despierto para llorar. Mientras más cansado estuviera era mucho más fácil noquear mi cerebro al tocar la almohada.

—Los veremos en casa—Casa ¿Forks?, ¿La casa Cullen?, ¿El oasis?

No podía hilar mis pensamientos. La explosión de la avioneta y el frio de la piel de Benjamín cuando me saco del radio de explosión me provoco apretar los dientes y tragarme el aullido de rabia.

No puedo perderte (EdwardxJacob)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora