[S p e c i a l]

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[1 AÑO ANTES]

EREN

Ni siquiera con el sudor de la frente y la respiración entrecortada parecía enferma. Su piel no tenía el hermoso aspecto habitual y sus ojos no brillaban como siempre, pero seguía siendo muy guapa. La mujer más guapa que hubiera visto jamás.

La mano cayó de la cama y el dedo se estremeció. Recorrí con la mirada las uñas amarillentas y quebradizas, luego subí por el brazo delgado hasta llegar al hombro huesudo y, finalmente, posé mis ojos en los suyos. Me estaba mirando, con los párpados abiertos en dos rendijas, lo suficiente como para hacerme saber que era consciente de que yo estaba allí. Eso era lo que me encantaba de ella. Cuando me miraba, lo hacía de verdad. No me miraba pensando en la otra media decena de cosas que tenía que hacer ese día ni pasaba de mis estúpidas historias. Me escuchaba y eso la hacía muy feliz. Todas las demás personas asentían sin escucharme, pero ella no. Ella nunca.

—Eren.—Me llamó con voz rasposa, elevando las comisuras de sus labios.—¿Cómo te ha ido hoy?

Le sonreí de regreso. Sintiéndome un completo idiota por no querer contarle la forma tan caótica en la que estaba transcurriendo mi vida, por lo que sólo me limité a hacer lo mismo de siempre: contárselo a medias. Evitando sacar esos pequeños detalles que podrían hacer que todo se viniera abajo como una torre de naipes en mitad de una ventisca.

La cosa era de esa manera casi todos los días, todas las semanas, todos los meses. Incluso los dos años que llevaba en el mismo estado.

Hasta que inevitablemente, ese día que todos nos veíamos venir, llegó.

Y ya no pude decirle la verdad, tampoco pude abrazarla por última vez y hacerle saber el gran significado que había tenido en mi vida. Sólo me quedó su recuerdo, junto con la sinfonía de las máquinas en el mismo nivel y las lágrimas que nunca pude dejar salir.

En realidad nadie lloró. Y no sabía sí eso era lo más molesto o doloroso de todo esto, porque sabía que mi madre no se lo merecía. No se merecía un final tan lamentable, tan ausente.

Porque ni siquiera yo habiendo estado presente y estrechando su fría mano antes de que diera su último aliento, lo consideraba como una despedida en compañía. Porque mi presencia no significaba prácticamente nada, pero sabía que lo era todo para ella. Por eso me quedé ahí, como una mínima muestra de mi gratitud, esperando a que me diera su inevitable adiós.

Y me disculpé. Me disculpé por no haberme presentado el día siguiente en su funeral, prefiriendo optar por quedarme en mí departamento, sentado en el marco de la ventana mientras el humo del cigarrillo entre mis dedos se dispersaba.

Inconscientemente sonreí. Casi saboreando la nicotina y esa caliente sensación que se propagaba por mis pulmones hasta terminar escapando entre mis labios.

Ella siempre me decía que algún día debería dejar ese hábito, sobre todo sí es que quería que la persona de la que me terminara "enamorando" se mantuviera a mi lado. Aunque también siempre terminaba contradiciendose ella misma al decir que me tendrían que aceptar con todo y esas costumbres de mierda.

Vaya... pensar que se fue. Y que yo ni siquiera pude decirle que no tenía idea de qué significaba eso de los "sentimientos" que con tanto esmero se molestaba en recordarme cuando me veía ir a visitarla totalmente solo. Totalmente abatido. Totalmente jodido.

[...]

[ACTUALIDAD]

Armin una vez me había hecho mención de una frase que seguramente había sacado de algún libro o escuchado de parte de su abuelo, tomándola como propia para su ya cargado manual de palabras que en algún momento tendría que aplicar.

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