Capítulo 29

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—Eren, quieto.

Ignorado. Así me sentía.

Y es que desde temprano el titán ya andaba haciendo de las suyas, por no decir que estaba más hiperactivo que de costumbre. Aunque no sabía sí eso siquiera era posible, porque bueno... digamos que Eren tenía la costumbre de levantarse en las mañanas como sí fuese un niño que acababa de comer el triple de su peso en azúcar. O sea como todo un torbellino.

Con sólo decir que está mañana despertó con las agallas para enfrentarse de nueva cuenta a Kenny. Si, porque mi tío -después de enterarse de que Eren se quedaría a dormir- decidió también pasar la noche con nosotros. Sólo que no me imaginé que se iba a dejar llevar de forma tan pasional por esa disputa que armaron durante el desayuno, en la cual Kenny parecía un viejo loco y el titán todo un suicida, mientras mi madre y yo sólo nos enfocabamos en degustar la nueva marca de té negro que había conseguido.

Ahora que lo pienso, quizás -o lo más seguro- es que hasta los vecinos hayan escuchado aquel revuelo. Por lo que no me parecería raro que dentro de un rato apareciera una patrulla de policías en la puerta de mi casa, lo que sería un completo dolor de cabeza teniendo en cuenta que me había quedado completamente solo con Eren, y no tenía a nadie más a quién culpar.

Porque sí, mi madre lo había invitado a que pasara el fin de semana con nosotros -o más bien, conmigo- como una forma de recuperar el tiempo perdido el día anterior por culpa de Kenny, que después de la escena de la habitación no le había perdido el rastro a Jaeger. Por lo que prácticamente ni siquiera pudimos estar un rato a solas.

Y sí no fuese por ella, seguramente las cosas en estos momentos habrían sido iguales. Porque prácticamente tuvo a sacar a patadas a Kenny de la casa debido a que él se rehusaba a irse hasta que no viera que el titán hacía lo mismo; pero bueno, estamos hablando de mi madre, ella podía intimidar mucho más que mi tío y lo mejor es que ni siquiera se esforzaba para lograrlo, por lo que el viejo tuvo que dejar la casa a duras penas mientras Eren lo saludaba desde el interior con una sonrisa de lo más hipócrita.

Luego de su partida, siguió la de mi madre, que nos prometió que llegaría en la noche para cenar con nosotros. Cosa que esperaba que fuese cierto, y no una de sus blancas mentiras.

Y por eso es que ahora nos encontrábamos aquí: Yo parado en mitad de la sala mientras observaba como Eren iba de un lado a otro sin parar. Y lo peor es que ni siquiera reparaba en que le había estado hablando desde hace ya más de diez minutos atrás.

—¡EREN!

Grité una última vez, y para mí suerte, está había sido la correcta. Ya que apenas me escuchó, el titán frenó de golpe para después girarse en mi dirección y sonreírme de forma nerviosa, quizás porque se había dado cuenta de la cara de pocos amigos que seguramente estaba cargando.

—Perdón, bonito ¿Pasa algo?

Negué—Sólo quería que te quedaras quieto. Sí sigues así vas a hacer un hueco en el piso.

Él soltó una carcajada, acercándose a mí.

—Lo siento, es que estoy emocionado—Se sinceró mientras me apegaba a su cuerpo.—Es el primer fin de semana que pasaremos juntos.

Rodé los ojos.—Y quizás sea el último sí no te comportas como se debe.

—¡Me porto bien, me porto bien!—Repitió a la vez que apoyaba su mentón en la cúspide de mi cabeza.—Por cierto, ¿Qué haremos hoy?

—No lo sé, ¿Qué quieres hacer?

—No me lo preguntes, porque sabes bien cuál será mi respuesta.

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