Capítulo 12

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Margo

Mantuvo la mirada al frente, fingiendo calma y serenidad, mientras veía a esa gente moverse por la sala de estar de los Wharton.

Los Wharton, por cierto, seguían profundamente dormidos. Margo había visto al chico grandullón de la puerta llevarlos al piso de arriba uno a uno. Quería pensar que los había dejado en su habitación sin hacerles nada malo.

Sawyer no hacía gran cosa, solo se paseaba curioseando por la habitación. Miraba las fotografías, los cuadros y la decoración como si no estuviera haciendo gran cosa. Como si solo estuviera dando un paseo.

La chica del pelo corto y oscuro que había estado dejando dormidos a los demás estaba sentada en el sillón con los ojos cerrados y los puños apretados sobre las rodillas, seguramente recuperando energía. Murmuraba algo para sí misma. Y la que Margo tenía atrás ya la había soltado, pero se mantenía a su lado. Era más forzuda que la otra y, aunque su pelo también era corto, ella lo tenía rubio.

Margo intentó fijarse en cualquier cosa que no fuera el grandullón cuando Sawyer lo mandó a por Kyran. Necesitaba pensar. Y para pensar primero tenía que calmarse. Intentó pensar en sus apuntes. Rememorar las páginas y páginas de ellos. Cualquier cosa que pudiera servir de distracción era buena.

Al final, por algún motivo, se quedó mirando la ropa de los demás. Especialmente la de Sawyer, que estaba delante de ella, silbando y paseándose. Llevaba puestos unos pantalones azules caros, una camisa blanca seguramente a medida —que en ese momento tenía arremangada hasta los codos—, un reloj dorado y unos zapatos lujosos y marrones. Margo se pasó un buen rato intentando contar los detalles de su ropa, tratando de calmarse.

Parecía que había pasado una eternidad cuando el grandullón por fin apareció con Kyran profundamente dormido sobre su hombro. Sawyer levantó la cabeza, satisfecho.

—Perfecto —murmuró—. ¿Los demás estaban dormidos?

—Sí... la chica y el otro chico.

Sawyer frunció el ceño mientras el grandullón dejaba a Kyran sobre el sofá con una delicadeza bastante sorprendente.

—¿Otro chico? —repitió.

—Debe tener unos veinte años. Flacucho. Estaba dormido en el sofá.

—Ya veo —Sawyer ni siquiera miró a Margo para hacerle la pregunta—, ¿quién es ese otro chico, pelirroja?

Margo no respondió. De hecho, se quedó mirando al frente como si no hubiera escuchado nada. Su corazón empezaba a latir más acompasadamente. Ahora tocaba pensar en una forma de salir de ahí sin que Kyran saliera herido, recoger a los demás... y marcharse.

No, no iba a ser fácil.

—Es él —añadió Sawyer, aunque esta vez miraba a la chica del sillón.

Ella abrió los ojos y Margo se quedó mirándola, confusa. Los tenía dorados, pero no con un dorado natural que puedes ver en ciertas personas, sino con un dorado... de alguna forma... mágico. Le daba la sensación de que le brillaban mucho más de lo normal.

La chica se acercó a ellos y se giró hacia Kyran, analizándolo meticulosamente. Sawyer la observó con atención, algo tenso, cuando ella por fin estiró una mano y la dejó suspendida unos centímetros por encima de la cabecita de Kyran.

Margo estuvo a punto de moverse, preocupada, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que no le estaban haciendo daño a Kyran. La chica solo tenía los ojos cerrados y un extraño destello dorado aparecía en la palma de su mano cada vez que murmuraba una palabra en voz baja, apenas emitiendo ningún sonido.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora