Capítulo 14

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Caleb

Miró a su alrededor, confuso. Algo no encajaba. ¿Dónde se había metido Victoria?

No había vuelto a entrar en la casa desde su charla. Y de alguna forma sentía que era lo correcto. Era incapaz de mirar a la cara a sus padres sin pensar en que cada segundo que pasaba con ellos estaba poniéndolos en peligro.

Pensó en todo el tiempo que había soñado con reencontrarse con ellos. Lo peor fueron los primeros años, encerrado en ese sótano. Ni siquiera los recordaba, pero intentaba imaginárselos y, en su cabeza, siempre abrían la puerta de ese sótano para sacarlo de ahí y llevarlo a casa junto con Brendan. Y los cuatro eran felices de nuevo.

Pero, claro... eso nunca pasó.

Ahora eran ellos los que habían estado esperando durante años a que la puerta se abriera y aparecieran ellos dos. Y lo habían hecho, pero... Caleb no estaba muy seguro de que fuera lo correcto.

Intentando centrarse en cualquier cosa que no fueran ellos, giró la cabeza y siguió el débil rastro de olor de Victoria. Aunque hiciera meses que no usaba el champú de lavanda, seguía teniendo un aroma muy dulce. Muy particular. Y le seguía recordando a lavanda.

Para su sorpresa, se la encontró agachada en el salón-cocina del granero. Entró con el ceño fruncido y se detuvo de golpe cuando vio que estaba a cuatro patas en el suelo, mirando por debajo de los muebles.

Apartó la mirada de su culo al instante, notado que la cara se le calentaba.

—¿Qué haces ahí... agrachada?

Victoria no pareció muy sorprendida, lo que le indicó que lo había visto entrar, de alguna forma. Se puso de pie otra vez y se sacudió las rodillas con una mueca.

—Estoy buscando a Bigotitos —murmuró—. No lo veo por ninguna parte.

—¿Al gato imbécil?

—¡No lo llames así!

Caleb la observó cuando Victoria se metió en la zona de cocina y empezó a llamarlo en voz baja, buscando por debajo de los muebles y detrás de las cajas. Al cabo de unos segundos, asomó la cabeza por encima de la encimera y le frunció el ceño a Caleb.

—¿Tienes pensado ayudarme en algún momento?

—No me pondré a buscar a un bicho.

—¡No es un bicho, es Bigotitos!

—Honestamente, al no verlo asumí que alguien lo había lanzado por una ventana y fin de la historia.

—Si el pobre Bigotitos te escuchara decir eso de él, con lo que te quiere...

Victoria pasó por delante de él y Caleb volvió a quedarse mirándola cuando ella cruzó el pasillo y se metió en una de las habitaciones. La encontró agachada para ver debajo de la cama.

—Tampoco está aquí —murmuró, preocupada.

—¿No se te ha ocurrido buscarlo hasta ahora?

—Bigotitos es un gato con recursos. Sé que puede defenderse solito. Tenía pensado poner a todo el mundo a salvo y luego volver a por él.

Victoria suspiró y volvió a ponerse de pie, colocando los puños en las caderas. Caleb reconoció su expresión al instante. Ceño ligeramente fruncido, labios apretados como si se estuviera mordisqueando el interior de la mejilla y mirada clavada en un punto concreto. Estaba intentando adivinar dónde se había escondido.

Y, finalmente, él suspiró y asintió con la cabeza.

—Huele a él —aclaró—. Ha estado aquí.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora