Capítulo 10

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Margo

Apenas había estado conduciendo media hora, pero la mitad de los integrantes del coche —Bigotitos y Kyran— ya estaban dormidos en el asiento de atrás, roncando uno encima del otro. Margo les echó una ojeada por el espejito antes de volver a centrarse en mirar al frente.

Ya se había calmado un poco, pero la poca adrenalina que le quedaba hacía que no pudiera dejar de repiquetear los dedos en el volante.

—¿Crees que Brendan habrá podido perder a la policía? —preguntó Dani en voz baja, algo insegura.

—Es Brendan, claro que los ha perdido.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Porque Brendan es como una culebra malvada, sabe escabullirse en cuanto ve peligro.

Seguía teniendo una extraña sensación en el cuerpo cada vez que recordaba el momento en que Brendan había agarrado la cabeza de ese tipo, había apretado los dientes y le había roto el cuello sin siquiera parpadear.

El crujido había sido... puso una mueca y trató de alejarlo de su mente.

—Me ha dicho que fuéramos al sur de la ciudad —añadió ella—. Hay un pueblo, creo. Uno de esos sitios con granjas y todo eso.

—Oh, me encantan esos pueblos.

—A mí me gusta más mi casa, pero un zumbado me ha tirado la puerta abajo.

Dani sonrió un poco, apoyando la cabeza en la ventanilla. Margo le puso mala cara.

—¿Y se puede saber a quién se le ocurre pedir perdón al malo por darle una patada? ¡Nos has quitado toda la seriedad del momento!

Dani dio un respingo, enrojeciendo.

—¡Ha sido sin querer! Mis padres me enseñaron a pedir perdón cuando doy patadas a la gente.

—Pues a mí mis padres me enseñaron a dar patadas a los cabrones.

Hacía mucho que no hablaba con sus padres. Aunque... bueno, uno siempre trabajaba y el otro solo le hablaba para preguntarle cómo funcionaba el ordenador. O el móvil. O cualquier aparato tecnológico.

—Nunca me has presentado a tus padres —comentó Daniela, curiosa.

—No los veo mucho —se encogió de hombros, un poco distante.

—¿Y por qué... por qué nunca hablas de ellos? —Dani bajó la mirada—. Si no te molesta que te pregunte, claro.

—Es la costumbre. En el instituto la gente era muy imbécil con ese tema.

—¿Por qué?

—Porque son dos hombres —Margo puso los ojos en blanco—. Todo el mundo se pasaba el día diciendo que necesitaba una madre y tonterías así, que iba a salir demasiado masculina.

—Lo importante es que te quieran, no esas bobadas.

—Lo sé. Había un grupo de mi clase que se pasaba el día diciéndome que me volvería lesbiana por tener dos padres gays. Y solo se me ocurrió una tontería para que se callaran.

—¿Qué tontería?

—Liarme con un amigo suyo —Margo sonrió—. Fue mi primer beso. El chico era simpático, no estuvo nada mal.

—No necesitabas demostrarles nada —Dani frunció el ceño.

—Pero quería hacerlo. Estaba harta. Después de ese chico, llegó otro. Y otro. Y ya no sé con cuantos me he besado —Margo puso una mueca—. Algunos eran un poco gilipollas, pero bueno, al menos las risas no faltaron.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora