Capítulo 6

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Caleb

Se apoyó con un hombro en la pared, paseando la vista por la sala, pero su terminó, como todas las otras veces, mirando a Victoria.

Ella golpeaba un saco de boxeo como si el pobre saco la hubiera insultado. Patadas, codazos y puñetazos. Todo mezclado.

Y Caleb no podía dejar de mirarla.

Habían llegado al orfanato donde Bex e Iver se habían criado el día anterior. Había sido complicado explicarles a Kyran y al gato que no podían ir con ellos, pero al final habían accedido con la promesa de que los visitarían tantas veces como pudieran. Caleb sospechaba que terminarían yendo más de lo que deberían.

El edificio era algo pequeño para ser un orfanato, pero había muchas habitaciones vacías que habían podido llenar de cosas que habían comprado ese mismo día —todavía tenían el dinero que habían ido ganando con Sawyer—. Cada uno tenía una habitación distinta y lo demás eran sitios vacíos. Solo habían usado la sala grande como gimnasio. No necesitaban mucho más, la verdad.

Y Bex había sido muy clara desde el principio. Al primero que viera sin entrenar ni un poco, lo atropellaría con la silla de ruedas y luego le daría un puñetazo en los huevos. O en las tetas, en el caso de Victoria.

Bex intentaba usar la silla de ruedas tan poco como podía, pero era obvio que de vez en cuando todavía la necesitaba. Como en ese momento, en el que estaba sentada en la mesa del fondo, leyendo unos papeles con el ceño fruncido. Brendan y Axel estaban en uno de los sacos, charlando tranquilamente mientras entrenaban, y Victoria estaba en el otro.

Se suponía que Caleb estaba entrenando con el tercer saco, pero ver a Victoria arrojando toda su furia al otro lado de la habitación era un espectáculo difícil de ignorar.

¿Desde cuándo... golpeaba así?

Los movimientos eran casi perfectos. Desde la rotación de la cadera hasta la forma en que movía los pies. Y solo con ver cómo se movía el saco, que pesaba bastante, Caleb suponía que serían golpes muy dolorosos.

—Soy un maestro perfecto —murmuró Brendan, que se acababa de plantar junto a él.

A Caleb le ardería la garganta si decía algo bueno de él, así que se limitó a encogerse de hombros.

—Es lo único bueno que tienes.

—Me lo tomaré como un halago.

—No lo es.

—Oye, esto ha sido un trabajo de unos pocos meses. Tiene mérito.

—¿Qué quieres? —Caleb le frunció el ceño—. ¿Una maldita medalla?

Brendan se quedó mirándolo un instante con la sonrisa que había tenido hasta ahora borrándose lentamente. De hecho, terminó frunciendo el ceño de la misma forma que Caleb.

—¿Es que nunca vas a empezar a comportarte de forma un poco cordial?

—¿Contigo? No.

—Muy bien, si quieres seguir siendo un gilipollas, allá tú.

—¿Yo soy un gilipollas? —Caleb apretó los dientes un momento antes de responderle—. Yo no soy quien ha estado con tu novia durante meses sin que tú supieras que estaba viv...

—Oh, ¿en serio vas a sacar eso otra vez? —Brendan se movió para quedar delante de él, parecía realmente irritado—. Sí, cometí un error, ya me disculpé contigo. ¿Quieres que lo haga otra vez?

—¿Y qué coño quieres que haga yo con tu disculpa? ¿Arreglará algo? ¿Hará que estos últimos meses no...?

—¿Sabes, al menos, por qué lo hice?

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora