Capítulo 18

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Mini-maratón 1/2


Caleb

Honestamente, ya tenía una idea de cómo quería sacarle información al idiota del hermano de Victoria, pero dudaba mucho que ella fuera a aprobar sus métodos.

Victoria, por cierto, acababa de ponerse su chaqueta. Caleb reprimió una sonrisita cuando se dio cuenta de que, justo debajo, ya no había más capas de ropa. Estuvo tentado a hacer alguna broma al respecto —sabía que ella sonreiría al instante—, pero no era el mejor momento para ello.

No, ahora tenían otras preocupaciones. Como el idiota del sofá, que los miraba con una mezcla de rabia y miedo muy curiosa. El corazón se le había acelerado y, pese a que intentaba disimularlo, se estaba encogiendo contra el sofá para intentar alejarse lo máximo posible de ellos.

Caleb puso una mueca de disgusto, como siempre que lo veía. El parecido con Victoria era innegable —el pelo castaño, los ojos grises, la complexión larguirucha...—, pero siempre se sentía como si estuviera viendo el reflejo menos agradable de ella. Como una copia mal hecha.

—¿Qué queréis? —increpó Ian.

—¿Qué queremos? —repitió Victoria, soltando un resoplido de burla—. ¡Eres tú quien se dedica a robar las cosas de los demás y a dejar notas para que vayamos a buscarte!

—Hace un momento no parecía que me buscarais. Parecía que estabais a punto de hacerlo en el sofá.

—A punto —murmuró Caleb, resentido.

—¿Dónde están los papeles que robaste, Ian? —preguntó Victoria directamente.

—¿Qué papeles?

—Los que robaste de casa de Margo. ¿Dónde están?

El idiota esbozó una pequeña sonrisa que Caleb supuso que sería un triste intento de ser misterioso. Casi tuvo ganas de quitársela de un golpe.

—Oh, buena pregunta, hermanita... ¿por qué iba a responderla?

—Déjate de tonterías —espetó Caleb—. Dinos dónde están y esto terminará bien.

—¿Y si termina mal, qué? ¿Me harás daño? ¿Te crees que Vic te dejará hacerme daño?

Si algo le molestaba más que su tono de voz irritante o su cara de estúpido... era que siempre usara a Victoria como escudo.

Sin embargo, Victoria ya no estaba tan dispuesta a aguantar esa mierda. De hecho, parecía más frustrada que de costumbre, como si no estuviera de humor para sus tonterías. Quizá Caleb no era el único al que le había frustrado no poder terminar lo que habían empezado.

Ella dio un paso en su dirección, tensando los hombros.

—No, él no te hará daño. No necesito a nadie para hacerte hablar.

Caleb se giró hacia ella, sorprendido. Victoria estaba mortalmente seria.

—¿Qué haces? —preguntó Ian, intentando hacerse el valiente, aunque no pudo evitar el ligero temblor en su voz.

Victoria tardó unos segundos en responder. Caleb frunció el ceño cuando vio que sus manos estaban temblando. No era miedo, era algo más. Se acercó lentamente, intentando no sobresaltarla, pero ella ni siquiera se giró en su dirección.

—¿Dónde están los papeles, Ian? —preguntó Victoria bruscamente.

Él se encogió contra el sofá.

—No lo diré hasta que...

—¿Hasta qué? —espetó ella cuando no continuó.

—Hasta que... me devolváis a mi hijo.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora