Capitulo 1

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Yibo regresaba a su departamento luego de una tarde ocupada en el resto-bar.

A los quince años, escapó de la casa de su tío en donde los tratos que recibía para nada eran los que el hermano de su padre se jactaba con las personas de darle. Lo único que recibía de su parte eran insultos, maltratos, reclamos y ofensas sobre la muerte de sus padres. Para su tío el único culpable del accidente de su cuñada y hermano era él, y no vacilaba en recordárselo. 

Harto de todos sus agravios, se escapó de aquel infierno. Había ahorrado los contados centavos que su tío le daba, no era mucho pero al menos le bastaría para sobrevivir algunas semanas.

Logró encontrar un lugar barato, lugar que sería algo provisorio hasta que encontrara un trabajo y juntará más dinero para algo mejor. El pequeño cuartito no estaba mal, pero era muy diminuto para su gusto y la sensación que le daba el estar allí no era muy placentera.

Por suerte, a los pocos días encontró trabajo. Era mensajero de recados y aunque la paga no era mucha, era eso o seguir gastando su dinero sin poder reponerlo; y por consiguiente no tener nada a los pocos días, lo que lo llevaría a la calle.

Con el tiempo pudo encontrar trabajos como repartidor, ayudante de carga, lavando autos y atendiendo un pequeño quiosco. No podía aspirar a más pues no había terminado la escuela y al ser menor de edad tenía que presentar la autorización de su tutor legal para no traer problemas a los empleadores. En todos sus trabajos, los dueños se habían compadecido del pequeño joven que intentaba sobrevivir a la vida adulta, por lo que le ayudaron dándole trabajo pero siempre con la advertencia de que si algo se complicaba en el transcurso tendrían que despedirlo.

El último trabajo, el del quiosco, fue el que más le duró y con el que más apego tuvo. La dueña era una mujer de unos cincuenta y tantos años, con quién agarró afecto y de cierta forma se convirtió en su amiga. Naying le tomó mucho cariño a aquel jovencillo de mirada fría y entristecida.

Ahora con veintitrés años, Yibo ya tenía un trabajo permanente en uno de los mejores resto-bares de la ciudad. Vivía en un lugar cómodo, con la renta medianamente sobrellevada.  Estaba cursando el tercer año de danza profesional en una de las mejores academias del país, "Gusu Dance Studio".

En una de sus tantas salidas por trabajo, aún cuando trabajaba como mensajero a sus cortos diecisiete años, observó en las calles a un grupo de jóvenes haciendo movimientos y acrobacias  increíbles al ritmo de la música. En aquel momento fue cómo si su corazón se hubiera detenido un momento y volviera a latir de golpe. Entonces supo que era lo que quería, por primera vez quería algo con todas sus fuerzas.

Cuando Naying llegó a su vida y supo del sueño del muchacho lo incitó a que terminara sus estudios y así lo hizo, luego busco para él las posibles universidades a las que aplicar. Y al encontrar la academia Gusu, no dudo en ir y averiguar todo lo necesario para el chico.

Naying se había convertido para Yibo en una especie de madre, y para ella era como su hijo; el cariño que ambos se habían confiando los mantenía unidos aún ahora. Cuando tenía días libres, Yibo iba a donde Naying y le ayudaba con el negocio, no importaba cuán cansado estaba; ayudarla siempre sería una prioridad.

_ Ya te he dicho que dejes de venir cuando tienes clases y trabajo a la vez. - lo regaño Naying siguiendo los pasos del menor, que ni bien llegó y encontró a la mujer cargando unas cajas, le prohibió que lo hiciera y en su lugar lo hizo él.

_ Y yo te he dicho mil veces que cuando tengas que hacer este tipo de trabajos, me llames. No creo que ese cuerpo viejo tuyo aguante- rio burlón.

_ ¡Mocoso irrespetuoso! - le dio un golpe en la nuca, el cual sonó en casi toda la tienda.

_¡Ahh! ¡Eso duele! - se quejó el castaño sobándose el lugar del golpe, donde ya lo tenía todo rojo. - Esa fuerza es mucha para una mujer vieja como tú, ¿No crees?

_ ¡Ja! ¡¿Soy una vieja fuerte cuando te golpeo pero una vieja debilucha cuando cargo unas míseras cajas?!

Ambos rieron por ello, y minutos después fueron interrumpidos por un cliente que entraba a la tienda.

Unas horas más tarde cerraron la tienda y Yibo se despidió de Naying. Antes de salir de su casa, la mujer le dio una bolsa con comida para aves y le dijo que era un regalo para Xiao, la pequeña ave que vivía con Yibo.

El castaño agarró la bolsa hostil, pues quería aparentar no tenerle afecto alguno al pequeño animal, o bueno no tanto, pues ciertamente era todo lo contrario; aquella ave había sabido robarse su cariño. El ave se había vuelto su confidente y amiga. Siempre hablaba con ella y de alguna manera sentía que lo entendía.

En la segunda noche que pasó en su nuevo hogar, fue cuando conoció a la ave que picoteaba de manera incesante su ventana interrumpiéndole el sueño. En un principio su intención fue correrla, intentó de mil maneras que se vaya y en todas falló. Tal parecía que el ave era más dueña del lugar que él.

Poco a poco comenzó a hacerse a la idea de tener una "compañera", una muy sucia y malcriada compañera. Cuando llegaba de trabajar o estudiar encontraba el pequeño muro que había en la ventana y la misma llena de popó y paja, por las noches el ave no hacía más que chirridos y golpear la ventana y por el día dejarla completamente sucia.

Pero lo que colmó su paciencia fue cuando por accidente olvidó dejar la ventana cerrada y al llegar a su departamento, encontrarse con el desastre que el animalito había hecho. Los muebles completamente llenos de excremento, paja y plumas por toda la sala y fruta, puesta en un bowl de madera, toda picoteada. La furia que contuvo durante todo ese tiempo explotó. Cerro la puerta con tal fuerza que resonó en todo el edificio, miró a los ojos a la pequeña, que se encontraba parada en la mesita central en la sala, y para que no pudiera escapar de unas zancadas llegó hasta la ventana y la cerró.

_ ¡Estoy harto de tus suciedades y malcriadeces!- le gritó señalándole con el dedo- Primero fue la ventana y ahora mi sala ¿¡Que sigue?! ¿¡La habitación!? ¡He sido muy paciente contigo pero esto es mucho! ¡Quiero que te largues de mi casa! ¡Ahhh!

Soltó un gritó de desesperación, jamás alguien, si es que se le podía decir alguien, lo había sacado de quicio. Tenía unas ganas inmensas de atrapar a esa maldita ave, encerrarla en una jaula y dejarla en algún lugar de protección de animales.

Se dejó caer en el mueble, puso sus codos sobre  sus piernas y llevó sus manos a su rostro. Estaba completamente loco al estar gritándole a un animal que ni siquiera podía entender lo que decía. Levantó su vista hacía el ave y para su sorpresa, encontró que esta lo miraba fijamente. Sus ojos negros lo intimidaron un poco y la mirada que le emitía le daba la sensación de que le estaba pidiendo una disculpa.

_ ¿Acaso entendiste?

Sabía que era una locura pensar en ello, pero la mirada del ave lo desconcertaba. La atención que el animal tenía en él era intrigante, pues no sabía que nombre darle a aquella situación. Sonrió sintiéndose estúpido por pensar que un animal podría entenderlo y más si de un ave se trataba.

Los días pasaron y el ave no volvió a molestarlo en mucho tiempo así como tampoco volvió a la ventana que ya se había vuelto su hogar. Yibo se sentía extraño ante su ausencia pero lo atenía a la costumbre de los meses en los que pasó soportándola.

De pronto, un día el ave volvió a él mal herida, tenía una lastimadura debajo de su ala y le costaba respirar. Al parecer había hecho un gran esfuerzo en volar hasta allí. Yibo no sabía que hacer, el ave parecía luchar por respirar y sostenerse de pie; y eso lo supo cuando cayó rendida en el pequeño muro que estaba en la ventana. Su mirada, para Yibo, era un profundo "ayúdame". Y así lo hizo. La envolvió en una toalla de manos y la llevó al veterinario, allí la atendieron y por suerte, a decir del médico, la pudieron tratar a tiempo y salvar. Fue en ese lugar también donde descubrió que aquella ave era macho y no hembra como él pensó.

Desde entonces, una amistad, rara y compleja, como decía Yibo, nació. Al ave le encantaba fastidiarlo y a él pisarle la colilla para impedir su vuelo o que escapara cuando hacía alguna travesura.

Tres años conviviendo con un "compañero" único e impensable.

Mi persona [ Yizhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora