Capítulo 4

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Tomo la escalera metálica y subo por ellas hasta llegar a la cabeza de la enorme estatua. Una venus desnuda propiedad de una pareja griega y cuya casa fue asaltada por delincuentes. Con la que más se ensañaron fue con esta belleza, de más de dos siglos de antigüedad y propiedad de la familia. Ha pasado de generación en generación, una obra perfecta para un museo o un lugar abierto, jamás para el interior de una casa.

—Rose —la voz de la abuela capta mi atención y bajo el rostro.

Sonríe al pie de la puerta y señala detrás de ella, observo al chico rubio quien me mira alzando una mano. Son pocas veces las que he visto a Gadien, luego que salvara mi trasero en la isla San Juan de los Vientos. Aproximadamente unas ocho veces y en todas ellas, ha sido tan caballeroso como para no mencionar la mayor estupidez que he hecho en mi vida y que sin duda, superara cualquier cosa que haga.

—Rose te vez... diferente —sonríe señalando mi corte de cabello y lo toco alzándome de hombros.

—Perdí una apuesta—explico. —y quise confirmar un punto.

Tomo las fotografías que necesito, cerrando el lente de la cámara y empezando a bajar. Me encuentro al pie de las escaleras a Gadien quien me ayuda a hacerlo tendiendo mi mano. No le diría que el punto que quería comprobar era que podía alejar a los hombres de mí o de la herencia de mi abuelo. Evitaría ser usada de nuevo y ser vista como la cuenta de banco abultada.

—¿Cuánto tiempo durarás? —es una pregunta inocente, pero veo preocupación en sus ojos celestes.

Sacudo el polvo de mi braga y le explico que un mes, de los cuales llevo solo diez. Lo siguiente es querer saber que perdí y guardo silencio. Hacer una apuesta con Thomas, fue muy estúpido que las cosas iban a empeorar si iba a ese trabajo. La idea de tener que develar esa parte de mi vida, trabajar en la madrugada, más cuando implica a un familiar del rubio que tengo en frente.

—Dije que nada podría empeorar —respondo mirando a mi abuela quien me mira y baja el rostro—todo lo que puede salir mal, saldrá mal... ¿Hicieron el sorteo? —cambio rápidamente el interrogatorio y asiente —¿Dublín?

—Londres —responde desanimado —de haber apostado al igual que tú, me hubiera tocado raparme.

No puede ser tan malo, pienso mientras avanzamos los tres a la mansión y él nos cuenta a quien le tocó cada ciudad. Hablaba de su prima con tanta alegría y emoción, que creo ya conocerlo a todos. Hasta el mini emperador, así llamaban a su primo Gino y el que según la tradición estaría a cargo de manejar al clan.

Se sienta frente a nosotros y nos cuenta lo sucedido, desde la votación hasta el daño a la ciudad en miniatura. En medio de risas, dice que si la ex de su primo le hubiera dado en la entrepierna no le dolería tanto.

—Eres un majadero —reprende la abuela —las fotos que me has mostrado son indicativo que es una reliquia lo que esa demente a dañado.

Apoya una mamo en los hombros de la abuela y la acerca a él, mientras besa su mejilla. Nos ubicamos en la sala y Susan, nos trae té y galletas, la gran debilidad del hombre que nos acompaña. Asegura que a él también le duele, pero no al punto que querer dañar a una mujer, como su primo intentó.

—Lamento decirte eso Gadien, pero ya no estoy trabajando —alza sus manos y le muestra los dedos que ha empiezan a deformarse —lo siento cielo.

Artrosis, una que está acabando no solo con la movilidad en sus manos, también con su es estado de ánimo. Su vida era la restauración, toda la vida había hecho eso y no se veía haciendo algo más. Y cómo meterme en problemas era lo mío, acepté ir yo.

(...)

—¿En qué puedo ayudarle? —pregunta el hombre que está en la caseta de seguridad, quien me mira de arriba a abajo y con sospecha.

Una Rosa en mi Invierno 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora