Capítulo 30.

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Dentro del avión y me enteré a donde iríamos, no me dio la oportunidad a decidir, el primer día como casados, la primera decisión y mi flamante esposo no me pregunto si quería ir o no. Eso me daba sin duda una idea de lo que sería estar casada con él, ya le tocaría el averiguar que una Mackay, no era una figura decorativa en ningún matrimonio.

El miedo invadió cada parte de mí en las horas que duró el vuelo, el cúmulo de recuerdos vívidos y la manera que salí de esta isla me llegó al pisar el aeropuerto en las horas de la madrugada. Supe que no había logrado superar esta dura etapa de mi vida y que ella permanecía dormida en mi memoria.

San Juan de los Vientos dormía cuando yo pisé su suelo aferrada a los antebrazos del hombre que le había dado el sí en el altar horas antes. Mi cuerpo se sentía pesado a medida que avanzaba, estar tierra aumentaba el peso de mis errores a tal punto que daba la impresión los llevara en mis espaldas. Caminaba arrastrando los pies y dudosa con un Gino observando mi comportamiento preocupado.

-Estaré bien -digo para calmarle o hacerlo yo, al decirlo en voz alta le enviaba una señal a mi cerebro que no estaba dispuesta a quebrarme, no hoy.

-¿Segura? -pregunta con duda, lo observo un instante y asiento.

Lleva aun puesto el traje de bodas, sin la corbata, con varios botones de su camisa suelto y su mano apoyada en la que yo estoy sostenida. Podría decir que es un hombre cualquiera, pero sobresale por lo menos una cabeza sobre los demás, su porte y elegancia hace que hombres y mujeres giren a verle. ¿Lo reconocerán? Pregunta internamente en un inútil intento de alejarme de mis pensamientos, pero estos vuelven otra vez.

Los sueños de una chica por ayudar al hombre que amaba y que creyó él también a ella. Era consciente que mi mayor error fue llenar vacíos emocionales, con personas inadecuadas. El amor de mis padres las reemplacé por Archie y la de Archie con Izan, no me di el tiempo de llevar su luto o de amarme lo suficiente. Era tan solo una chica perdida y en búsqueda del afecto que le fue arrebatado.

Hoy día, tampoco es que las cosas han cambiado de manera gigantesca, no obstante, me amaba y me gustaba mi compañía. Había aprendido de la manera más difícil a hacerlo por lo que creía, podía lograr ser una buena compañía para el hombre que iba a mi lado y me ayudaba a entrar a un auto negro que nos esperaba.

-No estás bien, -habla luego de una pausa-Pensé que era una buena idea-comenta rosando mi mano con la suya, cuando ya estábamos dentro del auto y rumbo a quien sabe dónde. Las entre lazo con fuerza y las lleva a sus labios al notar mi temblor, ni yo misma sabía que esa sería mi reacción. -de saber que te pondrías así, no hubiera venido.

Apoyo mi cabeza en el vidrio, mientras me aferro con fuerza a su mano. La ciudad pasa por mi vista y me encuentro aguantando la respiración. No sólo era la traición del que considere mi amigo, amante y hasta futuro padre de mis hijos, también la muerte de mi abuelo y el no poder estar con él en sus peores momentos, los injustos señalamientos y hasta tener que dejar tirado con desconocidos al pequeño Mylan. Ninguna de esas heridas había sanado y creí erróneamente que lo había logrado, hoy veía con horror veo, no era así.

-¿Rose? -pregunta y puedo sentir su aliento en mi cuello -cariño dime algo ¿Si deseas, podemos irnos puedo solucionarlo?

¿Huir otra vez? Me pregunto y la respuesta llega rápidamente. No quería hacerlo, negué cerrando los ojos al sentir sus brazos en mi cintura y su el roce de sus labios en mi cuello, cierro los ojos y me pego más a él. "Debo hacerlo, tengo que hacerlo" me doy valor o es quizás el abrazo de Gino, que me lo proporciona el que necesito. Inspiro una gran bocanada de aire y lo miro un instante, el hizo todo esto por mí lo mínimo que podía hacer era ser valiente.

Una Rosa en mi Invierno 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora