—¡Yo sí quiero que me destroce y que me parta por la mitad si hace falta! —gritó Rémi, tirándose dramáticamente en mi sofá, fingiendo un desmayo muy mal actuado.
—Por Dios, ¿algún día te tomarás algo de lo que te digo en serio? —murmuré entre dientes, dejando las llaves sobre la encimera de mármol de mi cocina.
Arrastré conmigo la maleta de Louis Vuitton hasta el fondo del pasillo, donde estaba mi habitación, y la dejé cerca del tocador antes de volver al salón, donde mi excéntrico primo esperaba que continuara con mis jugosas historias de miedo en París.
—¿Y luego qué? ¿Apareció Jonhyuck como el caballero andante que es y terminó el trabajo de los otros tres? —se burló, arqueando una ceja juguetonamente.
—Hoy te quedas sin champán.
—¡¿Qué?! ¡No! Retiro lo dicho, Jonhyuck es un buenazo y nunca te intentaría destrozar el co...
—¡Rémi!
Su risa contagiosa invadió el espacio que ambos ocupábamos y tuve que morderme el interior de las mejillas para no reírme con él. No se lo merecía.
Saqué una botella de vino blanco de mi vinoteca, fingiendo que no me daba cuenta de que faltaban, al menos, cinco botellas. Mi primo era un alcohólico y un ladrón, pero no me apetecía echárselo en cara en aquel momento.
Bajé dos copas de la estantería y las dejé sobre la encimera antes de llenarlas hasta la mitad del delicioso vino de la bodega que había comprado hacía poco más de cinco meses.
Adoraba mi nueva vida. Si quería dormir, me compraba una casa. Si quería beber alcohol, me compraba un viñedo. Si quería llamar la atención, daba una entrevista y me compraba un vestido de Alexander McQueen. Todo era sencillo y estaba al alcance de mi mano y no me preocupaba en absoluto lo que suponía tener todos aquellos beneficios de mujer rica y poderosa, porque era lo único a lo que siempre había aspirado.
Rémi cambió de posición y se sentó en uno de los taburetes frente a la encimera. Cogió una de las copas de vino y, sin siquiera olerlo, se lo llevó a los labios y se lo bebió como si ignorara que esa misma copa valía más de cincuenta euros.
—¿Y Narciso? —preguntó.
Me encogí de hombros, haciendo girar el vino en la copa para airearlo un poco.
—No me apetece hablar de esa especie de persona ahora mismo.
—¿Especie de persona? ¿Te refieres al hombre más sexy de Francia? Pregunto.
—¿Preguntas? Lo afirmas.
Asintió con la cabeza, como si no quisiera darle más importancia al tema.
—¿Apareció en tu apartamento e intentó tener sexo salvaje lleno de odio y de rabia hacia ti? —inquirió, cada vez más emocionado.
—Creo que no entiendes el hecho de que no todas las personas en el mundo que se odian es porque tienen deseos sexuales reprimidos.
—No todos, pero vosotros dos sí.
Acerqué la copa a mis labios, apartando la mirada de mi primo el cotilla.
—Interrumpió mi entrevista con Graham Gallagher para anunciar a toda Francia que estamos saliendo en secreto —dije tan rápido y tan bajito que creí que mi voz se había perdido en mi copa de vino.
Bebí un trago mientras mi primo pegaba un grito, dejándome claro que su oído era privilegiado.
—¡¿Qué narices estás diciendo, Aggs?!
ESTÁS LEYENDO
Tu querida Agathe
ChickLit//Segunda parte de Querido Jefe Narciso// -¿Desde cuándo hace que te estás reprimiendo? -le pregunté, deteniendo su plan de huida. Él frunció el ceño, y vi cómo apretaba los puños a ambos lados de su cuerpo, intentando mantener la calma. -No sé de...