Capítulo setenta y tres

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Happy birthday to me 👑✨️

Las habitaciones de hotel estaban hechas para ser cómodas, lujosas y acogedoras, aunque, para mí, no había nada más frívolo que el haberme quedado a dormir en la habitación 213 del Hilton Paris Opera, donde se había celebrado el pre-desfile de Jagg's. Sin embargo, estaba segura de que esa había sido mi única opción tras lo que había hecho.

Ni siquiera me había cambiado de ropa para entrar en el edificio de la Modern Couture la tarde anterior. Seguía llevando aquel llamativo vestido fucsia, de puños de plumas y tela de encaje, corto hasta medio muslo y ajustado a mi figura de reloj de arena.

Mis tacones habían retumbado en aquella silenciosa entrada y los pocos trabajadores que se encontraban tras el mostrador tuvieron que levantar la cabeza de sus pantallas para poder observarme de lejos.

Me encantaba sentirme como la más deseada, casi tanto como saber que al día siguiente sería la más despreciada.

El día anterior

—Agathe Tailler. Tengo el pendrive.

El chico de cabellos oscuros y gafas de pasta se levantó torpemente, dejando caer el vaso de café que había sobre su escritorio sobre los papeles desordenados tras el mostrador. Le oí maldecir, aunque fingí que no lo había escuchado cuando me miró asustado.

—El señor Gallagher la podrá recibir en su despacho en veinte minutos. Está reunido.

—No, no está reunido. Dile que mi información es mucho más valiosa que provocarle un orgasmo a su mujer inestable.

El pobre recepcionista me miró horrorizado, como si él no tuviera ni idea de que su jefe estaba arrodillado en su despacho frente a su escritorio.

—¿Per-perdon-ne...?

No es que fuera adivina, es que la membresía de OnlyFans de Paulette incluía sus vídeos en directo y acababa de recibir su notificación.

—¿Llamas tú o llamo yo? —pregunté, impaciente, haciendo repiquetear el pendrive sobre el mostrador de mármol.

Torpemente, el chico logró marcar el número del despacho de Graham, aunque no descolgó el teléfono. No podía dejar de mirarme como si fuera una deidad, o tal vez el mismísimo diablo.

—Adelante —me dijo, aunque no había obtenido respuesta de parte de su jefe todavía.

Resoplé ante su incompetencia, pero tampoco pude recriminarle por nada, ni siquiera cuando casi saltó tras el mostrador para seguir mirándome mientras me alejaba hacia el ascensor.

Me acuerdo que toqué la puerta varias veces antes de entrar y, aún así, a Paulette se le había olvidado dónde había guardado sus bragas de encaje neón, aunque yo las pude ver sobre una de las estanterías de Graham.

Él cayó de espaldas al oírme entrar y ella cerró las piernas de golpe, aunque ya había cortado la retransmisión en directo para sus fans más pervertidos, porque una tenía prioridades.

—¡Agathe, por Dios, no puedes entrar así en mi despacho!

—No, resulta que sí puedo. Tengo información que te interesa, Gallagher.

Se levantó del suelo, pasando una mano por su rostro para eliminar cierta evidencia de lo que había estado ocurriendo en aquel despacho con olor a feromonas.

—¿Información sobre cómo Guste Dumont se ha besado con su verdadera novia delante de todo el mundo para mostrar tu farsa? Porque eso ya lo sé.

Me reí sarcásticamente, porque no me hacía gracia. Eso mismo había provocado que yo estuviera en aquel momento en aquel despacho.

Tu querida AgatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora